viernes, 28 de febrero de 2014

Aventurado

Febrero termina con los campos ocres verdeciendo alrededor de la lustrosa carretera donde llovió hace unas horas. Esta mañana, regresando de la consulta con mi psicóloga, vi las primeras flores en las ramas de un viejo y destartalado almendro que crece en un gran descampado entre el río y la calle Torreciudad. Febrero se despide con el cierzo obligándome constantemente a corregir la trayectoria del coche mientras me acerco kilómetro a kilómetro a la ciudad donde crecí y ella me espera.

jueves, 27 de febrero de 2014

Debo acordarme de decírselo

Mi hijo de dieciséis años, que está pasando unos días de vacaciones en casa, se va a dar una vuelta por Barbastro. Me llama la atención su capacidad para hacer amigos en esta nueva ciudad, en su residencia de estudiantes en Huesca o donde sea; me sorprende su sociabilidad, tan distinta de mi actitud taciturna cuando tenía su edad, y me gusta.  Debo acordarme de decírselo.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Debate de la nación

Otros años seguía con cierto interés el debate de la nación en el congreso, leía los discursos y artículos de opinión, miraba los resúmenes de las intervenciones del presidente del gobierno y de los diputados, etcétera. Este año no he querido. Si el debate de la nación sirve para hacerse una idea de cómo está el país, qué cosas van bien y qué cosas van mal, cuáles son los problemas más graves de España, qué dramáticos errores se han cometido durante los últimos años, qué invisibles aciertos macroeconómicos, no me hace falta ver la televisión ni leer los periódicos para saberlo: me basta con acudir cada día a mi mesa de trabajo.

martes, 25 de febrero de 2014

Jamás me acostumbraré

Cuando salgo de la Agencia a las siete de la tarde todavía hay luz en el cielo.  La semana pasada a la misma hora era de noche.  Jamás me acostumbraré.

lunes, 24 de febrero de 2014

Nidos en el pelo

Mi sensación al despertar de la siesta es la de haber estado durmiendo durante muchos años, como en aquel cuento donde un hombre se tumbaba a dormir bajo un árbol y al despertar lo rodeaban antiguas raíces y descubría que en su pelo habían anidado los pájaros.

sábado, 22 de febrero de 2014

Halcón milenario

De regreso por la autovía desierta el cielo está cuajado de estrellas: miles, millones de estrellas. Las luces verdes del cuadro de instrumentos de mi veterana Picasso son en realidad las luces verdes de una nave espacial, una máquina del tiempo, mi halcón milenario. Cambio y cierro.

jueves, 20 de febrero de 2014

El sol que brillaba aquella mañana

A mí, cuando escucho música, me sucede algo que imagino le sucede también a muchísima gente: pienso en el ser humano que la escribió, y cuando digo ser humano quiero decir la edad a la que murió, su biografía, su condición carnal en este mundo. Así, y reconozco que puede ser injusto hacia la ambición inmortal de su obra, cuando escucho cualquier obra de Mozart, por ejemplo, siempre siento un fondo de pena por su temprana muerte, tan arruinado que tuvo que ser enterrado en una fosa común, y si esto me ocurre con Mozart, que musicalmente es, salvo maravillosas excepciones, la viva esencia de la alegría del amor y el gozo de la existencia, ¿qué no me sucederá si escucho a Pergolesi o a Beethoven? El primero, autor de un Stabat Mater absolutamente maravilloso, murió a los veintiséis años, y el segundo, uno de los más grandes músicos que han existido en este mundo, falleció a los cincuenta y seis sordo, profundamente deprimido, cirrótico y probablemente envenenado por el plomo que contenía el material de los vasos que utilizaba para beber. Cuando escucho su Missa Solemnis o la inmensa Novena no puedo olvidar todo eso.

Fueron seres humanos, vivieron en este planeta, sufrieron modas, enfermedades, guerras, cambios políticos, intereses espurios, nobleza, tristeza, belleza, amor, alegría, muerte. Su música es el fruto de una química idéntica a la nuestra. Las tiernas cartas de Mozart a Constanze, el estremecedor testamento de Beethoven, el listado de posesiones de Bach tras su fallecimiento a la provecta edad de sesenta y cinco años después de una vida en la que vio morir una primera esposa y once hijos... todos esos datos hacen que cuando escucho su música viaje a través de los siglos hasta alcanzar, además de la belleza, cierta verdad profunda relativa a nuestra naturaleza.

Guardo una fotografía de Bach que en los últimos años ha ido pasando de ordenador en ordenador, copia de seguridad tras copia de seguridad: es su cráneo, la calavera del ser humano que compuso, entre miles de piezas maravillosas, la Pasión según San Mateo, una obra que, en forma de pequeño fragmento, viaja a través del cosmos en un disco dentro de la sonda Voyager 1, un objeto lanzado al espacio en 1977 que a mediados de diciembre de 2012 salió de los límites de nuestro sistema solar, a 18.000 millones de kilómetros de la Tierra, para adentrarse en el espacio profundo.

En una película que en su día me gustó mucho un personaje llamado Maya, camarera experta en vinos,  dice en una conmovedora escena que cuando bebe un vino viejo, un vino de muchos años, no puede evitar pensar en las personas que cosecharon la uva, el sol que brillaba aquella mañana, todo el proceso de creación y maduración silenciosa en la bodega que dio lugar a esa botella que acaban de abrir. Creo que ese es el camino de la justicia y la comprensión y el gozo, en el mundo del vino, en el de la música y en el de la literatura. No puedo leer las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique sin recordar que éste murió en 1479 de un lanzazo en los riñones durante una escaramuza militar a los pies del castillo de Garcimuñoz, en la provincia de Cuenca. Finalmente también él, uno de los mejores poetas de la historia de la literatura española, fue a dar en la mar.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Cuernos de toro

Sentado en la sala de espera de la primera consulta psiquiátrica de mi vida he pensado, naturalmente, en Tony Soprano. Después la consulta no se ha parecido en nada a las de la serie, claro, aunque, ahora que lo pienso, sí en algo importante: mi doctora hablaba poco y yo, sólo para contestar a sus preguntas y observaciones, he tenido que hablar mucho. Cincuenta minutos más tarde he salido esperanzado y optimista, con los cuernos del toro agarrados firmemente por mis manos. Los peatones con los que me cruzaba de regreso a casa miraban los cuernos de toro, me miraban a mí y mi estúpida sonrisa, y a continuación hacían como que no habían visto nada, temerosos tal vez de salir heridos. La mala noticia es que la temperatura de la noche era casi primaveral.

martes, 18 de febrero de 2014

Te conozco

Ha comenzado el partido pero el fútbol ya no me interesa como antes, cuando lo veía desde el suelo, la espalda apoyada en el sofá, mi hijo pequeño sentado en mi regazo. Recuerdo perfectamente su peso, su cabeza de pájaro apoyada en mi pecho, su sorprendente entusiasmo por un deporte que en nuestra casa nunca había suscitado el menor interés.

Y ahora escucha, Jesús Miramón, escúchame atentamente porque te voy a pedir dos cosas. Una: deja de escribir sobre el pasado, sé que te resultará casi imposible pero inténtalo, por favor, no es justo y, créeme, no es necesario. Dos: cuando te disgustes con tu hijo de ahora acuérdate de momentos como los que describes en el primer párrafo de este texto, eso es algo necesario para ver el cuadro completo pero, ojo, acuérdate sin aspavientos, sin regodeo ni nostalgia inoportuna, que te conozco.

domingo, 16 de febrero de 2014

Realismo

Y, hablando de realismo, ¿no escuchas los ladridos de los lobos marinos en las playas de guijarros negros al pie del cabo de Hornos? Hubo un tiempo en el que en su cima ardían hogueras de tribus que ya no existen. Tú, como los lejanos y casi olvidados campos y colinas, sí existes, tú todavía existes, y en medio de la tormenta recuerdas las granjas remotas, los suaves caminos que llevaban a ellas, las nubes blancas, los cielos azules.

sábado, 15 de febrero de 2014

Lo que no existe

Conduzco de regreso a casa. Los faros del coche iluminan la carretera haciendo que todo lo que queda fuera de su alcance sencillamente no exista: los campos y colinas no existen, no existen las granjas ni los caminos que llevan a ellas, no existe el sol, no existen las nubes blancas, no existen los cielos azules. Conduzco a través de la noche de regreso a casa. Me guía la esperanza.

viernes, 14 de febrero de 2014

Almas de paso

Preparo las partituras para ir al ensayo del coro. Las últimas dos semanas no he podido asistir y me siento un poco nervioso, víctima de cierto sentimiento de culpabilidad impropio de alguien de mi edad. Mientras busco y ordeno las obras escucho los sonidos del edificio: los garbosos tacones de la vecina de arriba, el ruido de la ducha de mis vecinos de la izquierda. Saber que todos los habitantes de esta casa vivimos de alquiler me hace pensar en ellos, injustamente, de un modo distinto al que lo haría si fuesen propietarios; de alguna manera les imagino víctimas de la fortuna y la aventura, almas de paso, protagonistas de una vida, no sé, un poco distinta. Pero el tiempo se me está echando encima. Treinta kilómetros de carretera nocturna me separan de una amplia sala entarimada con un piano y un espejo tan grande como toda la pared. Tengo ganas de ver a mis amigos, tengo ganas de cantar a su lado y después, en su compañía, tomar una copa en el Chanti y hablar apasionadamente y reír y volver a cantar si hace falta como si sólo viviésemos una vez.

jueves, 13 de febrero de 2014

Nada más descomunal

En los respaldos de las sillas hay calcetines y calzoncillos puestos a secar porque no he querido poner en marcha la secadora para tan poca cosa. Sobre la mesa, además del portátil en el que escribo, un aparato para medir la tensión arterial, mis gafas, una botella de Cutty Sark, un vaso de whisky con hielo y dos libros: El día de la independencia de Richard Ford, que estoy releyendo con inmenso placer, y una guía de árboles de la editorial Grijalbo. En el interior del libro de Ford guardé en su día las páginas plegadas de un suplemento literario del 4 de septiembre de 1999 donde se entrevistaba al escritor. El reportaje se titulaba «El realismo de Richard Ford». Admiro profundamente el realismo: él lo contiene todo, incluso su contrario; no hay nada más difícil, nada más descomunal.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Personas mejores

El sonido del teléfono me hace caer en la cuenta de las horas que he pasado en silencio. Mi directora del coro estaría contenta porque no hay nada mejor para la voz que el descanso vocal, y yo no he articulado un solo sonido desde que salí del trabajo. La llamada es de mi hija, que me cuenta que va a estudiar la prueba teórica del carnet de conducir en Barcelona con vistas a hacer las prácticas aquí en Barbastro el verano próximo. Me dice que se lo pagará ella con lo que ha ahorrado trabajando algunas noches en la guardarropía de una discoteca. A mí todo me parece bien, claro, Paula es uno de los seres humanos más inteligentes que he conocido jamás. Al colgar pienso durante un instante en lo extraordinario que es traer a este mundo personas mejores que sus progenitores, pero casi inmediatamente comprendo que ése es el secreto de nuestra supervivencia.

martes, 11 de febrero de 2014

Vulgar y extraordinaria y patética

Después de dos ataques muy seguidos la semana pasada, siempre en el trabajo, he vuelto a tomar ansiolíticos. Bueno, sólo una pastilla de Lorazepam por la mañana, antes de salir de casa. Al principio me sentía mal conmigo mismo porque estaba orgulloso de haberlo dejado después de Navidad, pero el otro día mi hermano Javier me dijo por teléfono que en la vida había muchas cosas más importantes de las que sentirse orgulloso, y tenía razón. Como he repetido tantas veces (con insistencia sospechosa, ahora me doy cuenta) no quiero darle más importancia: el hecho es que desde que he vuelto a la medicación no he recaído y trabajo más tranquilo, más relajado dentro de lo que cabe. La otra opción era coger la baja por enfermedad y eso es lo último que quiero.

Hoy un hombre enfermo de cáncer al que le han extirpado casi todo el sistema digestivo y debe alimentarse a través de una sonda -he recordado a mi suegro, he recordado a Claudio Abbado- se ha echado a llorar tímidamente al otro lado de mi mesa, y si yo he podido ayudarle ha sido gracias a la píldora que había tomado con un vaso de zumo en el desayuno. Le he informado sobre las pensiones de invalidez y sobre las pensiones de viudedad, que es lo que en realidad él quería preguntar.  Una vez satisfechas sus dudas se ha recompuesto con el valor y la elegancia de los mejores, se ha levantado de la silla, me ha dado las gracias, nos hemos estrechado la mano y se ha ido.

Es posible que acabe convirtiéndome en un adicto al Lorazepam, no lo sé y espero que no suceda, lo que sí sé desde hace mucho tiempo es que soy adicto al conmovedor e increíble espectáculo de la naturaleza humana en toda su vulgar y extraordinaria y patética y heroica y frágil y mortal y eterna expresión.

lunes, 10 de febrero de 2014

La alcachofa de la ducha

Pasan los días sin aspectos reseñables. Hoy comí restos del menú de ayer. Hablé por teléfono con mi padre. Durante el paseo nocturno compré un nuevo soporte para la alcachofa de la ducha. Hacía mucho frío y era agradable sentirlo en el rostro, el cuello del abrigo subido hasta arriba del todo, las manos en los bolsillos. Diez de febrero ya. El invierno, desgraciadamente, no durará siempre.

domingo, 9 de febrero de 2014

Escrito antes

Tarde de lluvia suave
sobre los tejados
y los coches
y el asfalto de la calle.

Después de tantos años
cada vez que
escribo una palabra
-tarde, lluvia, suave-
siento la certeza de
haberla escrito antes
muchas veces.

Lo único que me redime
de semejante delito
es saber, con certeza absoluta,
que eso es algo que
no sucederá siempre.

sábado, 8 de febrero de 2014

Bofetadas

Lo peor, lo más indignante y aun humillante para nosotros, ciudadanos normales que trabajamos lo mejor que sabemos, pagamos impuestos y sacamos adelante a nuestras familias cumpliendo la ley y educando a nuestros hijos en el valor de la honestidad; lo más humillante, digo, es que nos tomen por idiotas con tal desfachatez, sin disimulo, sin ruborizarse, sin paliativos. Y este cinismo descarnado no se da solamente en el caso de la hija del Rey, también se exhibe en las muchas tramas corruptas de partidos políticos y sindicatos que este desolador país nuestro alumbra un día sí y otro también. Tantos insultos a nuestra inteligencia duelen como si fuesen bofetadas.

viernes, 7 de febrero de 2014

De médicos forenses y poetas

Los médicos forenses y los poetas comparten un mismo conocimiento: si nos abren todos somos iguales: órgano por órgano, víscera por víscera, sentimiento por sentimiento, nadie es distinto. Es un descubrimiento desconcertante que, paradójicamente, convierte a cada uno de nosotros en un milagro.

jueves, 6 de febrero de 2014

Restaurante chino

Regresando de mi paseo nocturno he pasado junto al único restaurante chino de Barbastro. He pensado que estaba vacío hasta que he localizado a sus trabajadores cenando alrededor de una mesa en una esquina. Mientras los dejaba atrás me he preguntado si aquellos comensales a miles de kilómetros de sus lugares de origen estarían comiendo platos de la carta del restaurante o platos distintos, más auténticos, más chinos que los de su restaurante chino.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Hojaldre

Escribir cada día convierte estos textos en acelerados estratos geológicos, láminas de hojaldre, capas de humus en el suelo del bosque, platos usados sobre la encimera de la cocina, ropa doblada en el armario, una cama, estrellas más allá de muros, tejados y nubes.

martes, 4 de febrero de 2014

Trece meses

Soñaba con comida y al despertar todo lo que veía era el cielo, el sol y el océano. Cuando su bote de fibra de vidrio chocaba con algo sabía que era una tortuga, así que se arrastraba fuera de su refugio y la recogía y se convertía en su comida y su bebida durante el máximo tiempo posible. También bebía agua de lluvia. También comía los desdichados pájaros que se posaban en su prisión flotante. Y en medio de semejantes acontecimientos sucedían días y días de hambre, sed, alucinaciones y la sabia apatía con la que nuestro organismo ahorra energía y se protege de nuestra inteligencia. Trece meses navegó a merced de las corrientes del océano Pacífico hasta arribar a un atolón de las islas Marshall. Trece meses con sus noches de cielos cuajados de millones de estrellas. Trece meses con sus tormentas, su pánico, sus tentaciones de suicidio, sus instantes de euforia salvaje al devorar carne cruda, su desesperación al tener que beber su propia orina. Trece meses sin poder caminar, sin poder mantenerse en pie en una superficie firme, sin poder utilizar sus rodillas inflamadas. Trece meses sin papel higiénico, sin tijeras con las que cortar sus cabellos y su barba, sin champú, sin jabón, sin crema de dientes. Trece meses sin verdura, sin cereales, sin café, sin fruta, sin pasta con tomate, sin carne cocinada y caliente, sin frijoles, sin cerveza, sin agua pura de manantial. Soñaba con comida y al despertar todo lo que veía era el cielo, el sol y el océano. Palmeras. Arena. El glorioso sonido de unas voces humanas doce mil quinientos kilómetros de silencio después. La victoria.

lunes, 3 de febrero de 2014

Colono

A las cinco y veinte de la tarde he despedido a mi hija en la estación de autobuses y he vuelto a casa. Al entrar en el apartamento vacío me he sentido durante un momento, no sé por qué, como un colono enviado a un planeta desierto. Después de recoger la cocina me he asomado al ojo de buey y he contemplado largamente la silenciosa llanura de polvo rojo.

domingo, 2 de febrero de 2014

También la noche

Es cierto que la vida es extraña.
También la noche, y el amor.

sábado, 1 de febrero de 2014

El agua comenzó a flotar

Conduje en busca de la nieve. Kilómetro de lluvia tras kilómetro de lluvia nos acercábamos a ella sin alcanzarla hasta que finalmente el agua comenzó a flotar en vez de caer. Nos detuvimos en Eriste, a pocos kilómetros de Benasque. La superficie del embalse de Linsoles lucía lisa como un espejo bajo la suave nevada. Cruzamos un puente y anduvimos por caminos vírgenes. No existe blancura semejante a la de la nieve -ni peso, ni inocencia.