Hoy quedé a comer en Binéfar con mis amigas y compañeras de la coral más queridas. Mientras conducía de regreso a Barbastro recorriendo los kilómetros que devoré tantas y tantas veces caí en la cuenta de que, como les había sucedido a otros navegantes antes que a mí, finalmente las tormentas del cabo de Hornos se habían limitado a empujarme con furia al puerto de partida.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
martes, 23 de septiembre de 2014
Pacífico e inmenso
Y aquí, con esperanza incierta y luces pocas, termina mi travesía del cabo de Hornos. Me siento cansado ahora que, después de tanta batalla estéril, ya no escucho el ruido de las olas rompiendo contra las rocas. Lo que me espera es pacífico e inmenso.
Publicado por Jesús Miramón a las 22:17
viernes, 19 de septiembre de 2014
Charcos en la calle
A las cinco de la madrugada me despertó la tormenta. Truenos, relámpagos y después la lluvia. Por la mañana, camino del trabajo, ya no llovía, pero permanecían los charcos en la calle y el río Vero fluía de color café con leche. Fui el primero en llegar a la agencia y al encender las luces y comenzar a abrir los ventanales sentí de pronto, no sé por qué, un ataque de esperanza.
Publicado por Jesús Miramón a las 9:43
jueves, 11 de septiembre de 2014
Un caballo es una opción
Un caballo es una opción. Miras una película bélica en la televisión de tu casa y tu caballo, allí en la hípica a la que pagas un alquiler por su tutela, duerme con la antigua e intermitente inquietud de los herbívoros. Tu caballo de cuatrocientos kilos duerme; el caballo que te sigue allí donde vas y come manzanas verdes de tu mano, duerme; tu caballo de ojos oscuros, profundos y nobles, duerme. Pero, y ésta es la cuestión, podría perfectamente no existir. En este instante podrías estar disfrutando de esa misma película en la televisión de tu casa sin que existiera ningún caballo que reconociera tu voz y manifestase su alegría al verte llegar moviendo la cabeza arriba y abajo. Por eso escribo que un caballo es una opción, obviamente.
Publicado por Jesús Miramón a las 0:23
martes, 2 de septiembre de 2014
Popa
Agosto de dos mil catorce desaparece por la popa. Soy consciente de que no volverá a suceder jamás pero ya no me preocupa: si la fortuna me acompaña viviré otros veranos -veinte, tal vez treinta, cuarenta con mucha suerte-, y si no me acompaña afrontaré mi destino con la misma valentía o estoicismo con que miles de millones lo enfrentaron antes.
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La otra noche tuve un sueño muy vívido e inquietante. Por la mañana escribí lo siguiente: «A pesar de las nubes la luna llena ilumina la playa donde intentamos conciliar el sueño. Somos un grupo de supervivientes durmiendo sobre la arena pero yo estoy despierto tumbado boca arriba, por eso veo los grandes bombarderos que nos sobrevuelan en un silencio imaginario. Son tan enormes que por un momento me hacen pensar en naves extraterrestres, aunque yo sé bien que son humanas, sé bien a dónde se dirigen y cuál es su propósito: destruir a los decapitadores.»
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La semana pasada tuve consulta con mi psiquiatra. Me redujo el antidepresivo a la mitad y, si todo sigue yendo bien, tal vez acabe el año sin tomar nada. Oh, cuánto deseo dejar atrás definitivamente el cabo de Hornos.
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Alrededor de las farolas de la calle revolotean dos pequeños murciélagos atrapando los insectos que se sienten irremediablemente atraídos por la luz.
Publicado por Jesús Miramón a las 1:05
sábado, 16 de agosto de 2014
El viento agita las ramas
Duermes pacíficamente a mi lado mientras el viento agita las ramas de los arbolillos de la acera.
Al atardecer salí a la pequeña galería y vi a una joven búlgara haciendo fotografías en el balcón de su casa. Imaginé la espectacularidad de la muerte del sol detrás de mi edificio y recordé lo mismo admirado tantas veces cuando vivíamos en Binéfar.
Bajaron las temperaturas y casi pude escuchar el crujido del otoño precipitándose sin remedio hacia mis brazos
como tú.
Publicado por Jesús Miramón a las 1:51
sábado, 2 de agosto de 2014
Todo comienza
El uno de agosto de dos mil catorce amaneció con veraniegos truenos apocalípticos y chaparrones intermitentes. Me levanté de la cama y atravesando la luz gris abrí la ventana y me asomé, feliz, a la calle mojada.
Publicado por Jesús Miramón a las 0:16