lunes, 30 de diciembre de 2013

Aleta de estribor

También este año se precipita hacia el ojo de la aguja, pero por primera vez me parece vislumbrar que el cabo de Hornos comienza a hacerse más pequeño por la aleta de estribor.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Nadie dijo que fuera fácil

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa, y después del Chanti salgo a la carretera y regreso a Barbastro con mi hijo de dieciséis años sentado a mi lado. Él ha estado con sus amigos y yo con los míos. La distancia entre ambos es mucho más grande que los centímetros que separan nuestros asientos, es una distancia mil millones de veces repetida a lo largo de generaciones, una distancia en la que se mezclan el amor, la esperanza y el rencor. Nadie dijo que fuera fácil, pero qué duro y difícil es.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Espacio exterior

Niebla cerrada entre Zaragoza y Barbastro. Mis años de residencia en Binéfar me enseñaron a no tenerle miedo y conduzco tranquilamente a través del mundo invisible. Sólo durante unos pocos kilómetros, entre Angüés y Lascellas, se abre un inesperado claro y de pronto aparece el lejano espacio exterior salpicado de algunas pocas estrellas solitarias, brillantes, fugaces.

martes, 10 de diciembre de 2013

Pero ese día no ha llegado aún

Ayer escribí que no podía escribir, que no tenía nada más que añadir. En los comentarios contesté a mi amiga Elvira que cada día sin escribir era como una aguja clavada en mis uñas, y a Penélope (aunque ella lo escribe al revés) le dije que no sabía qué echaba más de menos, si navegar o tejer.  Hace un rato he borrado el texto en cuestión por pura vergüenza.

«No puedo escribir», escribí (porque, para más inri, lo escribí).  ¿Cómo pude atreverme a redactar algo semejante, qué ataque de victimismo y autocompasión barata me hizo bajar la guardia? Porque no hay nada más cierto en este mundo que llegará el día en el que no pueda escribir -ni leer ni follar ni comer ni beber-, pero ese día no ha llegado aún.