El local donde canto con mi coro está en la misma calle de Binéfar donde viví durante muchos años hasta el pasado treinta y uno de agosto. Esta noche después del ensayo, al dirigirme al coche para acudir al Chanti a tomar una copa, he levantado la vista hacia nuestra antigua terraza del salón y he visto a un joven apoyado en la baranda fumando un cigarrillo. Sabía por el propietario de la casa que ésta se había alquilado pocos días después de nuestra partida a cuatro ingenieros contratados por una empresa del pueblo, pero sorprender a aquel hombre fumando pacíficamente en el balcón del que durante tanto tiempo fue mi hogar me ha desconcertado. De algún modo ha sido como contemplar un fantasma del futuro.
sábado, 19 de octubre de 2013
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9 comentarios:
Es verdad, tiene que ser una sensación muy rara. Un beso
Cuando paseo por el lugar donde mis padres alquilaron tantos veranos y veo seres moviéndose en el interior de la casa, con una naturalidad insultante, no puedo reprimir el considerarlos como intrusos en mi intimidad.
Que te vaya bien en ese nuevo hogar, Jesús.
He vivido en muchas direcciones postales: un día las conté y, con esta última, son trece. Con esa imaginación absurda tan característica de nuestra especie no puedo evitar pensar que en cada una de ellas habita un eco de mí. Suena muy cursi pero es así.
Buenos y lluviosos días.
Trato de imaginarme una escena de futuro cuando no estaré viviendo en la casa donde vivo ya durante 28 años a causa de cambio de casa (a qué otra casa?) o a causa de mi muerte. Si es mi hijo que vive en la casa puedo ver una escena que me es común y si es mi hija también y si ambos vivieran en la casa con sus familias también. Pero si fuera una persona ajena...
Un abrazo
Creo que he vivido en ocho sitios diferentes, y llevamos aquí unos dieciocho años. Supongo que no cambiaremos de domicilio muchas más veces, aunque nunca se sabe. Tú has cambiado más: trece es una cifra diferente. Estuve el sábado en Barbastro, en el bar Pirineos, muy poco rato. Tiene, Barbastro, un aire diferente a Binéfar, parece que tenga más vida social, por decirlo de alguna manera.
Un abrazo
Precisamente porque no quiero que en el espacio que he habitado viva un fantasma del futuro cuando yo ya no tenga más que un recuerdo del pasado, siempre que he abandonado una casa dejo escondidas unas monedas, como ceremonia de bienvenida a quien ocupe la casa, así como para "cortar" la relación con ella.
Giovanni, es curioso el vínculo tan fuerte que establecemos con el lugar donde vivimos. Conozco tu casa por tus vídeos y es muy bonita, un lugar donde apetece vivir. Si es de tu propiedad será una herencia para tus hijos.
José Luis, Barbastro tiene casi el doble de habitantes que Binéfar, es más "urbano", si puede decirse así. Pero yo nunca olvidaré Binéfar, lo feliz que fui allí. Además el hecho de ir cada viernes a los ensayos con el coro mantiene mi relación con ese lugar tan especial en mi vida.
Nán, qué idea más buena, más potente: esconder unas monedas de bienvenida para los inquilinos del futuro. Nosotros dejamos muchas plantas y un sistema de riego automático en la terraza. Ojalá las cuiden.
Un abrazo a todos.
Yo he vivido en 16 casas diferentes a lo largo de toda mi vida. En los últimos 21 años he cambiado 14 veces.
Cuando compré la casa en la que vivo ahora sentí cierto miedo a que este fuese el cambio definitivo.
Seguramente no, seguramente, tarde o temprano, habrá otros.
Nada es definitivo, querida Filla do mar. ¡16 casas distintas! (y no olvido que eres más joven que yo). No, nada es definitivo para las hijas del mar y de marineros. Un beso muy fuerte.
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