También aquí, frente al mar, cantan los grillos cuando llega la noche. Ha llovido hace unos minutos y el paseo marítimo brilla como cuero mojado a la luz de las farolas. Hay palmeras y, más allá de algunas conversaciones en las terrazas cubiertas por grandes toldos, puede escucharse el batir de las olas en la arena.
Maite y yo hemos venido a pasar dos días en un hotel frente al mediterráneo, regalo de mis hermanos pequeños por mi último cumpleaños. Serán nuestras únicas vacaciones durante este año de cambios y traslados y los gastos derivados de ellos: tal vez por eso las necesitábamos y las agradecemos tanto.
Ahora mismo escribo en el balcón de nuestra habitación. Una motocicleta circula frente a mi edificio pedorreando a una velocidad ridículamente inferior al volumen de su tubo de escape. La oscuridad se alza como un lienzo allí donde termina la arena, un lienzo donde brillan, lejanos, los múltiples y diminutos y flotantes puntos de luz de lo que yo imagino un gran crucero de lujo. Cantan los grillos. Alguien tose. A medida que el pueblo es inundado por la madrugada las olas se escuchan mejor.
jueves, 10 de octubre de 2013
Grillos frente al mar
Publicado por Jesús Miramón a las 0:36
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12 comentarios:
¡Qué bien, como si estuvierais jubilados!
Disfrutad de ese magnifico regalo.
unbesazo
Un placer leerte, como de costumbre. Y me alegro por vosotros. Un beso
Ya en casa tras parar en tu ciudad, Elvira, y, mientras Paula tenía clase en la universidad, dar un largo paseo por las Ramblas, el Mercat de la Boquería y el barrio gótico haciendo tiempo hasta que saliera. Te juro por Paul Auster que me he acordado de ti y he pensado en cuánto me gustaría conocerte personalmente después de tantos años, pero el compromiso hoy era comer con nuestra hija y estar con ella.
Un beso, Elvira.
Gracias, Anusky, ha sido breve pero maravilloso y bien aprovechado. Gracias. Un beso.
¡Exactamente como si estuviésemos jubilados, José Luis, de hecho estábamos rodeados de ellos!
Nada como el mar en octubre.
¡Que arte! Por un momento he sentido el rumor de las olas, el frescor de la lluvia y el canto de los grillos, oh, los grillos los estoy escuchando realmente. Leerte es un placer. Tienes el poder de trasladarme al lugar y a las emociones que describes. Lo repito, ¡que arte!
Quiero ver y oír el mar. Hace ya tres años que no lo hago.
Muchas gracias, Victoria.
Nán, al mar hay que acercarse de vez en cuando. Él es la realidad, y nosotros lo que no es capaz de alcanzar (cada playa es la cima de una montaña).
Ay, qué lindo volver al Mediterráneo. Creo que las olas del Océano Atlántico y del Océano Pacífico baten de una manera diferente. Un poeta en Santos me dijo hace poco que la mar es como un 'umbligo'. En toda su poesía suena el mar. Un abrazo
Los mares son distintos. El mediterráneo, que estos días pasados parecía prácticamente un lago bajo el cielo nublado, es totalmente diferente al cantábrico que tanto me gusta, gris, salvaje, de lluvia y profundas mareas. En cualquier caso lo echaba muchísimo de menos. Me di un baño la mañana del jueves. La primera sensación fue muy fría pero después el cuerpo se aclimató rápidamente -sobre todo el mío, tan parecido al de un cachalote. Nadé un buen rato. Las olas me elevaban y descendían en el agua salada.
Un abrazo.
Jajaja! te creo, Jesús. Otra vez será. Un beso
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