jueves, 29 de mayo de 2014

Todo me llama

Los sonidos del taller de coches al otro lado de la calle. La joven que pasea un carlino de color crema mientras habla por teléfono. Las sorprendentes hojas verdes de los arbolillos de la acera que hace unos meses parecían absolutamente muertos. Las nubes oscuras a kilómetros de altura sobre los tejados de los edificios. Los tacones de mi vecina del piso de arriba. El tic-tac del reloj de pared. Todo me llama por mi nombre.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Himalaya

Mientras bajo mis pies se mueven las placas tectónicas que convertirán el Mediterráneo en una cordillera tan alta como el Himalaya

pienso en el próximo fin de semana

la blancura de tu piel

tus ojos un poco saltones

tu cuerpo delgado entre mis grandes brazos

tanto amor

jueves, 22 de mayo de 2014

Párpados

A estas horas puedo imaginar el silencio de las iglesias y mezquitas desiertas, puedo imaginar el silencio de los caminos del campo y también el de los deliciosos cuerpos que duermen: úteros, testículos, labios, párpados, pulmones, cerebros.

Nunca me rendiré. Ignoro los detalles precisos pero nunca me rendiré.

viernes, 16 de mayo de 2014

Que la lluvia

Hoy se cumplen justamente diez años de mi primer texto en un blog. Aquel cuaderno de bitácora inicial se titulaba «Innisfree», y el post lo escribí la madrugada de un domingo 16 de mayo de 2004 a las 00:37 horas:

PÁJAROS

En el contrapeso de la grúa que hay frente a mi casa anidó una pareja de cigüeñas. Por increíble que parezca, los giros y movimientos de la estructura no impidieron que naciesen dos pollos que crecieron y a día de hoy ya saben volar. El claqueteo con el que se comunican es parte de mi cotidiano paisaje sonoro.

En el alero del tejado de mi casa hay varios nidos de vencejo. Ya estaban cuando vinimos a vivir aquí. Los pájaros van y vienen con la nerviosa velocidad que les caracteriza, y no nos temen. A veces salimos al balcón a contemplar cómo alimentan brevemente a los pollos insaciables en sus cuevas colgantes de cerámica. A la caída de la tarde bandadas de vencejos vuelan y revuelan veloces, quebrando su rumbo una y otra vez.

Cuando yo era pequeño tenía muchos pájaros en la cabeza. Eso me decían. Ahora soy mayor y contemplo los pájaros mientras riego las macetas: las cigüeñas son aparatosas y prehistóricas, los vencejos se comportan como grandes insectos de lomo azulado y alas de flecha.

En mi cabeza los pájaros fueron sustituidos por mamíferos, aunque eso es algo que nadie me dice hoy. Donde había un bosque lleno de trinos y ruido de alas ahora reinan los plantígrados.

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Hace diez años yo tenía veinte años menos, eso siento esta noche. No solamente era más joven sino más inteligente y, me doy cuenta, escribía mejor.

Esto es algo que la juventud desconoce: la vida es un continuo donde brillan y se apagan estrellas y galaxias, lo cual permite, sorprendentemente, que florezcamos y nos marchitemos a lo largo de su decurso al margen de nuestra edad y nuestras experiencias. Yo, por ejemplo, sé que nunca he sido tan tonto, vago e ignorante como ahora, pero confío en que también estos meses estériles, como mis épocas de esplendor, se desvanecerán.

He escrito mucho, muchísimo. Innisfree, mi querido Cuaderno de un hombre de cromañón, las fructíferas cinco estaciones, este pobre y residual cementerio de elefantes llamado Cabo de Hornos.  Diez años.  Pensé cada palabra antes de teclearla en la pantalla del ordenador, y a menudo volví a pensarla y corregirla mucho después de que hubiese sido publicada, a veces una y otra vez obsesivamente hasta terminar eliminándola para siempre.

No me siento orgulloso de nada, ni siquiera de mis hijos, a los que amo incondicionalmente. He leído más de lo que he escrito y sé algunas pocas cosas, muy pocas: que la tierra será engullida y destruida por el sol en el inevitable proceso de su propio colapso estelar; que cuando siento tu cuerpo entre mis brazos de oso me siento el musculoso dios más poderoso del Olimpo; que no hay melodía más hermosa que la lluvia.

lunes, 12 de mayo de 2014

Luz de cobre

Trasladando ropa desde la lavadora hasta la secadora echo un vistazo a la calle: cuatro niñas caminan alegremente por la acera con cuatro guitarras en sus fundas colgadas a la espalda. El último sol de este día se refleja en las fachadas de los últimos pisos del edificio de enfrente.

Sé que nada de todo esto significa nada, cómo no habría de saberlo a mi edad, pero durante un instante me regocijo en la belleza de la luz de cobre viejo y pienso en mis hijos, en mi mujer, en el amor. Después termino mi tarea.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Regalos

Me doy cuenta: todo es un regalo. La primera luz de la mañana. El silencio de la noche. Las buenas rachas y los malos momentos. Los errores. Los aciertos. Toda la inmensa, inmensa incertidumbre. Los ríos corriendo bajo puentes antiguos, los ríos fluyendo bajo puentes nuevos. Echarte de menos.