sábado, 20 de julio de 2013

Ibuprofeno

Sobrevivo como puedo a este limbo de calor insoportable y desorden logístico que llaman verano o, lo que viene a ser lo mismo, el infierno.

Cuando pensaba que nada podía ser peor, esta mañana, al agacharme para abrir la agencia, he sufrido un súbito ataque de lumbago. Ni siquiera me ha sorprendido.

Me gustaría tanto ser optimista.  En serio, no deseo otra cosa, lo juro mientras el ibuprofeno comienza a dejar de hacer efecto. Yo siempre creí en la felicidad.

12 comentarios:

NáN dijo...

El diabolismo de la mudanza deja el cuerpo y el alma hechos unos zorros. Y luego las cosas salen por donde pueden.

Pero el deseo de felicidad debe incluir esas cuotas. Es la vida.

En dolor de espalda te ganaba: ya me he roto tres vértebras (y tomar ibuprofeno era como tomar lacasitos). Pero hace ya más de tres años de la última fractura, me cuido y no he vuelto a tener el menor dolor de espalda. Ni el más pequeño.

Dentro de un rato (los sábados la piscina cubierta abre una hora más tarde, a las 8), iré a nadar 45 minutos, como todos los días.

Me he adaptado.

Mucho ánimo y a un buen fisioterapeuta.

NáN dijo...

Volvía de nadar, paré a tomarme un café y pensé que lo de "te ganaba" podía malentenderse. Es un pasado que quiere decir no que haya tenido más dolores, sino que los dolores se pueden dejar en el pasado.

Pero hay que cuidarse un poco.

Es un consejo más de amigo viejo que de viejo amigo.

molinos dijo...

Jesús...para mi el verano también es el infierno, el calor, el cambio de rutina y la logística. Ahora, mi semana de convalecencia me ha reconciliado un poco con él...a pesar de los analgésicos a todas horas. Ánimo.

Nán..me das mucha envidia con lo de la natación, pero me mola que siguieras mi ejemplo.

Jesús Miramón dijo...

Nán, ningún malentendido, al revés. A mí también me das envidia con la natación. Ahora que voy a vivir en Barbastro, donde hay piscina cubierta, podría hacerlo, pero soy de aquellos niños silvestres que aprendieron a nadar por su cuenta y no sé hacerlo como se tiene que hacer para poder practicarlo en condiciones.

Un abrazo, amigo mayor.

Jesús Miramón dijo...

Moli, te leo en tu blog y me gustan tus últimos textos, sobre todo el de ayer ("Estoy escribiendo y cuando me atasco en algo, levanto la mirada y veo el columpio moverse ligeramente"). A veces las convalecencias ayudan a escribir mejor.

Respecto a este verano tan extraño en mi casa... tengo ganas de que termine y estemos ya todos instalados en nuestras respectivas casas.

Espero que estés mucho mejor y, sobre todo, no tengas prisa en curarte, esas operaciones parecen una tontería pero son una agresión a la que el cuerpo reacciona con fuerza. Tiempo, paciencia y mimos de tu gente.

Un beso.

Paco dijo...

La felicidad en el infierno es imposible.

Elvira dijo...

Sí, encima del calor y la mudanza, lo de la espalda, una putada. Lo siento, Jesús. Respecto a creer en la felicidad... para mí el reto es rescatar tantos momentos de felicidad como puedo, en medio de constantes síntomas y dolores. Y seguir amando la vida con todo eso. Las pastillas solo me compensan cuando el dolor es absolutamente insoportable, porque con dolores medianos, me encuentro peor con los medicamentos que sin ellos. Estoy de acuerdo con NáN en lo de cuidarse a diario. Entre mis paseos y una gimnasia adaptada que me he "inventado", hago entre 40 y 45 minutos de ejercicio al día. En mi caso ha sido un triunfo, te lo aseguro. Hace 6 años estaba tan jodida que no podía caminar más de 5 minutos seguidos. Vale la pena cuidarse. Hay quien no lo necesita, afortunados ellos!

Besos

Jesús Miramón dijo...

Paco, mi único consuelo es que el infierno sólo dura dos o tres meses. En otoño la felicidad volverá a ser posible.

Jesús Miramón dijo...

Cuando tengo dolor durante un tiempo, por un ataque de lumbago como me sucede ahora o por otras causas, pienso en quienes, como tú, Elvira, sentís dolor de modo permanente o casi permanente, y me avergüenza quejarme.

Un beso.

۞ Rociolat ۞ dijo...

Un secreto de aquellos, dice que cojas una hoja de periodico, luego pones en tu espalda, en donde tienes el lumbago, luego encima un viejo tejido de lana roja, puede ser un jersey viejo, pasas la plancha suave y a guardar reposo, durante la noche.

Es un secreto de naturaleza y de machis mapuches chilenas.

Un besiño Jesus

Jesús Miramón dijo...

Las machis mapuches chilenas guardan una gran sabiduría. Aunque la hoja de periódico, la lana roja y la plancha suave se sustituyan en estas latitudes con una manta eléctrica, el principio terapéutico es el mismo: calorcito en los riñones y descanso.

Un beset, mi guapa amiga chilena.

andandos dijo...

Vaya, Jesús (y los demás, Rocío, Molinos, Elvira, Nán, Paco), te leo ahora. Espero que te encuentres mejor, que hoy nos encontremos todos mejor.

Un abrazo