Los faros delanteros del coche crean un haz de luz que abre la oscuridad a la misma velocidad con la que vuelve a cerrarse detrás de mí. Conduzco a través de negros campos de cebada cada amanecer más verdes que el anterior, conduzco dejando atrás almendros en flor de pétalos del color de la sombra. No soy un imperio que se apaga, soy una luciérnaga.
sábado, 8 de marzo de 2014
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4 comentarios:
Sí...
miro los campos
cada día más verdes
volverá el frío
Me gusta que me recuerdes los haikus... creo que me pueden rescatar de la sequía que sufro...o cómo escribir poesía cuando se está en paz.
abrazos, me encanta encontrarte en el feedly cada día!
Una pequeña y veloz luz que da sentido a los campos. Pero eres tú, no una luciérnaga. Desgraciadamente las luciérnagas, tan numerosoas cuando era niño, prácticamente (no sé si totalmente) han desaparecido.
Al menos, no he vuelto a ver ninguna en los lugares donde las veía.
Los campos cada día más verdes... Hay una canción preciosa del Cancionero de Palacio, una obra que canto con mi coro, que dice así:
Levánteme, madre,
al salir el sol.
Fui por los campos verdes
a buscar mi amor.
Un abrazo, Epolenep.
Nunca he visto luciérnagas, Nán, y tu comentario me ha hecho investigar un poco y he averiguado que la contaminación lumínica las ha alejado de las zonas habitadas. Existen más de dos mil especies de luciérnagas repartidas por todo el planeta.
Dicho esto: tal vez yo sea yo pero además soy, entre muchas otras cosas, sobre todo los viernes de madrugada regresando a través de la autovía desierta, una luciérnaga. No te quepa la menor duda.
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