domingo, 9 de marzo de 2014

Una carta de 1800 años

Hace mil ochocientos años un legionario romano de origen egipcio escribió una carta a su familia. La redactó rodeado de los fríos y salvajes bosques de lo que hoy es Hungría, tan distintos a su cálido paisaje natal. En la carta mostraba su nostalgia y desesperación por saber de su madre, su hermana y su hermano. «Rezo noche y día para que usted tenga buena salud y siempre hago una reverencia ante los dioses en su nombre para su bienestar», escribió. Sabemos que la carta llegó a Egipto porque fue encontrada hace más de un siglo a las afueras del templo de la antigua ciudad de Tebtunis.

Cuando dudes de la pertinencia de la escritura cotidiana, el testimonio, estos diarios; cuando pienses que escribir sin ambición editorial es absurdo y no tiene sentido, recuerda la carta de de Aurelio Polion, soldado de la legión II Adiutrix destinado en Panonia Inferior: los sencillos renglones de su escrito le resucitan ante nosotros como el hombre de carne y hueso que fue.  Ese es el inmenso poder de las palabras.

8 comentarios:

NáN dijo...

¡Qué historia tan importante! Sobre todo para los que amamos lo sencillo.

giovanni dijo...

Las palabras pasan por largas distancias y largos tiempos. Hoy eso ocurre más que nunca gracias a internet. Sin embargo, temo que se perderán también muchas palabras porque se imprime poco de lo escrito. Las cartas se perderán cuando los archivos virtuales se esfuman o desaparecen.

Epolenep dijo...

maravilloso...gracias!

Jesús Miramón dijo...

Una historia muy importante, Nán, ¡una máquina del tiempo!

Jesús Miramón dijo...

Si los archivos virtuales se esfuman y desaparecen alguna vez, Giovanni. Aunque desde luego resulta inconcebible que duren 1800 años como la carta de ese legionario. Yo tengo impresos todos mis blogs (menos Las cinco estaciones, que algún día me animaré a editar -son tantos textos). Quien sabe dónde terminarán.

Jesús Miramón dijo...

Gracias a ti por leerme y comentar, Eponelep.

Portarosa dijo...

Fantástico.
El mundo, qué cosa...

Jesús Miramón dijo...

Un abrazo, Porto.