A las siete y cuarto de la mañana levanté la persiana de mi dormitorio y vi en la acera de enfrente a una joven que paseaba junto a un gran perro negro.
Cerca del mediodía atendí a una mujer desesperada porque no encuentra trabajo y con el salario de ochocientos euros de su marido no puede atender una hipoteca de seiscientos y las necesidades de una hija de diecisiete años y otra de nueve.
Hace un momento llamaron a la puerta mis vecinos para avisarme de que habían robado en una de las viviendas del edificio. «Dé dos vueltas a la llave porque ya ve, al chino de enfrente le entraron en casa ayer a las once de la mañana». Les agradecí el aviso y cerré bien la puerta.
Ahora ha oscurecido y los habitantes de la ciudad regresan poco a poco a sus madrigueras. Yo no salí de la mía en toda la tarde. Mi corazón late rápido como el de un pájaro aunque soy grande como un gorila.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Como el de un pájaro
Publicado por Jesús Miramón a las 21:11
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3 comentarios:
Con qué realismo tan delicadamente oriental cuentas las penas. Es un texto jondo.
Grande como un gorila y acogedor.
Gracias, Nán, me gusta lo del texto jondo.
Y también ser un gorila grande y acogedor, Moli.
Besos.
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