Sucedió el otro día. Te habías rezagado haciendo fotografías y nos detuvimos en medio del camino para esperarte. El cielo sobre los inmensos y verdes campos de cebada era tan azul que saturaba nuestros sentidos. Mamá y yo te esperábamos en medio del camino cuando comenzaste a correr hacia nosotros y te vi. Te vi recién nacida con la cabeza alargada como la de los aztecas y te vi llorando desesperadamente la primera vez que te dejé en la guardería; te vi haciendo gimnasia rítmica en tu primer colegio en Zaragoza, te vi pinchando las burbujas de los forros de tus libros de clase, te vi mientras te dejaba atrás en una residencia universitaria de Barcelona; el otro día corrías hacia nosotros y te vi.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
22 comentarios:
Cuando se mira con cariño, se ve al otro. ¡Y qué bien lo cuentas!
Este fin de semana voy a Ginebra, a ver a mi hija. Gran sonrisa.
Besos
¡Que disfrutes del reencuentro!
Un beso.
Simplemente precioso.
Como se agradecen tus escritos!
Gracias por estos instantes de vida.
Muchísimas gracias, Mayte.
Gracias a ti, MCarmen.
Un gusto, leerte. Un abrazo también.
Tenemos que quedar a tomar una copa, José Luis. Un abrazo.
También yo quiero una copa un día.
Me alegro por ti, Elvira.
La gente dice que en ciertas circunstancias te pasa "la película de tu vida" por delante.
Pero a veces ocurre esto que cuentas. Que de repente ves "la película de la vida de otro". Y esto ya hay menos gente que lo cuenta.
Menos tú, claro.
Algún día la tomaremos, Nán, algún día, seguro.
Es que la vida de nuestros hijos ha pasado literalmente ante nuestros ojos, ¿verdad? En cualquier caso escribir un diario sirve para fijar muchos de los momentos de esa vida.
Una maravilla. Gracias.
(Y yo estaré tomando esa copa también. No os libráis.)
Empiezo a ver q los hijos
son los cronistas
de nuestra historia.
Los hitos q marcan etapas diferentes
cuando el camino se va haciendo
tan igual
que a lo que mas se parece un dia
es al siguiente.
animado por mi primo
el de la consuelo
le he dedicado un post
en mi blog
de loqueleo.
post hijos, singladuras y corsarios
¡Gracias, NáN!
Ya quedaremos, Jesús, como otras veces cuando llega el verano y el calor (o la calor, los calores o las calores).
Algún día quedaremos todos, espero.
Un abrazo
Muchas gracias a todos. Un abrazo.
He llevado a mi hija a coger el tren hacia Zaragoza, y me he acordado de lo que habías escrito. Después he paseado por el camino que parte del Caballo Blanco (estaban celebrando varias comuniones), hasta más allá de Jusegal, por esa especie de polígono industrial. Ayer toqué, acompañando a un violinista amigo, en la celebración de comuniones en una parroquia de Lleida. No hay diferencias sustanciales, aparte de la lengua, entre las comuniones catalanas y las aragonesas en las que he estado. Tocamos, entre otras cosas, "Lascia ch'io pianga". Me gusta darme cuenta de que puedo disfrutar de esta aria y también de un tema de Thelonius Monk, Evans, Ellington, Meldau, Tristano... debe ser cosa de mi edad, en la que cada vez hay menos lugar para lo "light".
Respecto al paseo desde el Caballo Blanco, no conozco el nombre de la mayoría de flores y plantas que he visto, aunque lo más importante es verlas. Tampoco de los animales, salvo las lagartijas y poco más. Seguramente podría hacer fotos de nubes durante bastantes días, y no se repetirían. Después de comer, los ruidos habituales son más escasos y pueden, casi, pasar desapercibidos. Creo que no necesito, la mayor parte de las veces, desconectar, ya que mi vida no es estresante. Lo simple, tú lo sabes bien, es una aspiración, pero no es nada fácil llegar a depurarlo de todo lo demás. La belleza pequeña está a nuestro alrededor siempre, todos los días. En general creo que tendemos a pensar que sólo los domingos tenemos derecho a ver y experimentar la belleza, la tranquilidad, el placer. Y es un error.
Un abrazo
José Luis, tu comentario es un post y me ha gustado mucho. Un abrazo.
A mí también me ha gustado mucho. Un abrazo a los dos!
Un abrazo para ti también, Elvira.
Publicar un comentario