Yo me moriré, y después se morirán mis hijos, y también los hijos de mis hijos, mis nietos, si es que los tengo alguna vez, etcétera.
Pero esa no es la cuestión, la cuestión es que esta tarde ha llovido mansamente y por unas horas Túnez se ha convertido en Irlanda, el somontano de Huesca en un verdadero norte y mi desesperación termostática en un recuerdo reciente aunque, ay, premonitorio.
Y ésta, perdóname, tampoco es la cuestión, la cuestión es que la lluvia es inmortal. El sonido que hace, su olor, el modo en el que de pronto nos recuerda que vivimos en un planeta y no en el decorado de un planeta. Confío en que miles de millones de personas puedan disfrutar de la lluvia en el futuro como yo la disfruto ahora, y al pensar así caigo en la cuenta de que mi experiencia no es sino un adelanto de la experiencia de quienes vendrán cuando yo ya no exista, porque la lluvia, el viento y las nubes que nos sobrevuelan a kilómetros de altura nos sobrevivirán a todos, de eso no me cabe la menor duda.
Claro que, en realidad, la verdadera cuestión es la siguiente: llovía y me asomé a la pequeña galería del apartamento. El termómetro había descendido cinco grados como mínimo. En el edificio de la acera de enfrente, dos o tres pisos más arriba que el mío, un hombre tan gordo como yo, también vestido con pantalones cortos y el torso desnudo, disfrutaba de la lluvia. Yo sabía que era búlgaro porque una vez lo atendí en mi trabajo y tengo muy buena memoria para las personas. En un momento dado se cruzaron nuestras miradas pero no hicimos ningún gesto, nada. Llovía y era maravilloso oír el sonido de la lluvia sobre las hojas de los árboles y las carrocerías de los coches aparcados en la calle.
miércoles, 25 de junio de 2014
La cuestión
Publicado por Jesús Miramón a las 1:03
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6 comentarios:
"desesperación termostática" me encanta.
Aquí también llovió ayer, un maravilloso día de verano del norte. Me tengo que ir a vivir al norte, a un sitio verde o acabaré secándome.
A mí me pasa lo mismo: el norte, siempre el norte. Amo el frío y la lluvia y la nieve y el cielo gris y poder caminar vestido por el mundo.
Un beso enorme, querida Moli.
Saboreé el último párrafo, como texto literario. En cuanto a la cuestión de la lluvia, creo que un sureño habla así de la lluvia, como un norteño habla del sol (si no es un norteño chileno).
Un abrazo
Lo respeto, como no podría ser de otro modo, pero no logro comprender cómo alguien, danés, holandés o noruego, puede desear estar a 36, 40 ó 43 grados de temperatura ni un solo minuto de su vida. Es mucho más que terrible. Es querer morir.
La lluvia es vida, germinación, riego; el sol es desierto, rendición, puerilidad de la catástrofe.
Impresionante, tienes un don..., pero eso ya lo sabes.
Un abrazo.
Te quiero muchísimo, hermanito (yo nací unos minutos antes que tú, así que puedo permitirme el diminutivo). Un abrazo.
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