A mí me gusta el fútbol. Es algo incomprensible porque yo siempre fui el último niño en ser elegido cuando se hacían equipos en el patio del colegio. Era tan malo. Nunca se me dio bien el ejercicio físico, así que comprendo que en aquellos diminutos mercados esclavistas fuese la última opción. De hecho llegué a odiar el fútbol y, en general, todos los deportes, por lo que intrínsecamente tenían de competición cruel y sin paliativos (un mundo donde sólo valía la victoria no era el mejor para alguien como yo).
Pero muchos años más tarde llegó a este planeta un nuevo pasajero llamado Carlos Miramón Puértolas y, por alguna misteriosa y aleatoria conjunción de cromosomas de parientes lejanos, resultó ser un ferviente seguidor del fútbol. Fue a través de su interés que yo, por estar a su lado, para que pudiera compartirlo conmigo, me aficioné a lo que tanto había desdeñado en mi infancia y juventud, y la rutina prendió de tal modo que ahora, cuando ya tiene diecisiete años y vuela cada vez más lejos de mí, continúo viendo los partidos disfrutando de los equipos que juegan bien, sean del equipo o del país que sean.
Uno nunca sabe. Entre el niño que quedaba el último en la pared del patio del colegio y el paquidermo que escribe ahora mismo estas palabras han pasado más cosas de las que puedo recordar, casi todas inimaginables, casi todas maravillosas.
jueves, 19 de junio de 2014
Variaciones
Publicado por Jesús Miramón a las 23:59
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
11 comentarios:
"...cuando ya tiene diecisiete años y vuela cada vez más lejos de mí..."
Solo por un tiempo. Él todavía no lo sabe, pero algún día se mirará al espejo y te verá a ti.
Un abrazo.
...uno nunca sabe ...
¡Es verdad!
Y tras saber, tras conocer esto que ya hemos vivido, a veces resulta increible que (nos) haya sucedido.
Me alegra que estés mejor:)
Nati
Oh, Ángela, cuanto me ha gustado tu comentario.
Un abrazo.
Y otro para ti, Nati. Sí, vivir, estar vivo, siempre resulta increíble a poco que pensemos en ello. Es tan extraño.
No sabes cuánto me gusta tu nombre.
Es posible que Glenn Gould también ha sido un niño que quedaba el último en la pared... No sé nada de su infancia. Me gustó tu historia. Necesitamos a veces personas con otros gustos al lado de nosotros para cambiar nuestra rutina.
Un abrazo
Eso es amor.
Giovanni, tengo que escribir algo sobre Glenn Gould, sobre su silla y su paso por este mundo. Es muy muy interesante y especial por muchos motivos distintos.
Un abrazo.
Es posible, pseudosociólga, sí, es posible que el fútbol me guste por amor.
Jesús, querido Jesús, me asomo a los blogs y empiezo por el que nunca jamás me ha dejado de encantar.
Me da la impresión de que las cosas no van mal, ¿no?
¡¡Ay, de lo que me acabo de dar cuenta!!
El sábado 12 vamos M y yo a Zaragoza, a una boda. Llegamos al mediodía, la boda es por la tarde y nos vamos el domingo a última hora de la mañana en AVE a Madrid.
Ya ves que apenas tenemos tiempo, pero, digo yo, ¿sería imposible verse? ¿Aunque solo fuese para comer rápidamente el sábado, o tomar un café, o (para mí la mejor opción) para desayunar el domingo y dar un paseo matutino?
¡¿No podrías...?!
¿Eh?
¡Nos gustaría tanto!
Hola, Porto, la cosas no van mal, van muy bien últimamente. Por eso escribo más (yo soy de los que escriben más cuando me siento afortunado que cuando me siento desgraciado).
Sobre vuestro viaje a Zaragoza... Ese fin de semana estaré a muchos kilómetros de allí. Ya nos conoceremos en otro momento (porque estoy seguro de que más tarde o más temprano os conoceré a todos).
Por cierto, no sé qué tiempo han dado para esos días pero, tratándose de dos pálidos celtas como vosotros, procurad ir por la sombra porque en Zaragoza puede hacer un calor sólo equiparable al de la superficie de Marte.
Un abrazo para los dos.
Vaya, pues lo siento, lo sentimos mucho, de verdad. A ver si algún día somos capaces.
Seguro que nos vamos a morir de calor. Sobre todo yo. Ya te contaré...
Un abrazo.
Publicar un comentario