Después de dos ataques muy seguidos la semana pasada, siempre en el trabajo, he vuelto a tomar ansiolíticos. Bueno, sólo una pastilla de Lorazepam por la mañana, antes de salir de casa. Al principio me sentía mal conmigo mismo porque estaba orgulloso de haberlo dejado después de Navidad, pero el otro día mi hermano Javier me dijo por teléfono que en la vida había muchas cosas más importantes de las que sentirse orgulloso, y tenía razón. Como he repetido tantas veces (con insistencia sospechosa, ahora me doy cuenta) no quiero darle más importancia: el hecho es que desde que he vuelto a la medicación no he recaído y trabajo más tranquilo, más relajado dentro de lo que cabe. La otra opción era coger la baja por enfermedad y eso es lo último que quiero.
Hoy un hombre enfermo de cáncer al que le han extirpado casi todo el sistema digestivo y debe alimentarse a través de una sonda -he recordado a mi suegro, he recordado a Claudio Abbado- se ha echado a llorar tímidamente al otro lado de mi mesa, y si yo he podido ayudarle ha sido gracias a la píldora que había tomado con un vaso de zumo en el desayuno. Le he informado sobre las pensiones de invalidez y sobre las pensiones de viudedad, que es lo que en realidad él quería preguntar. Una vez satisfechas sus dudas se ha recompuesto con el valor y la elegancia de los mejores, se ha levantado de la silla, me ha dado las gracias, nos hemos estrechado la mano y se ha ido.
Es posible que acabe convirtiéndome en un adicto al Lorazepam, no lo sé y espero que no suceda, lo que sí sé desde hace mucho tiempo es que soy adicto al conmovedor e increíble espectáculo de la naturaleza humana en toda su vulgar y extraordinaria y patética y heroica y frágil y mortal y eterna expresión.
martes, 11 de febrero de 2014
Vulgar y extraordinaria y patética
Publicado por Jesús Miramón a las 21:01
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13 comentarios:
Lee la entrada de ayer hasta el primer punto, y verás qué ocurre.
Un abrazo
Si, en lugar de un dolor de "alma", padecieras un dolor de huesos, ¿escribirías lo mismo?
¿Por qué no quieres darle importancia? ¿Es que no la tiene?
Un abrazo, Jesús.
Tiene razón José Luis. Y qué último párrafo el tuyo, Jesús.
Un abrazo muy fuerte.
No vas a hacerte adicto a nada. Tomarás las pastillas mientras te hagan falta y luego las dejarás poco a poco, controlado y sin hacer locuras. Y seguirás sin ellas, y estarás tranquilo. Mirarás atrás y pensarás y ¿por qué no quería tomarlas?
No te preocupes. Estarás bien.
Un beso
José Luis, cada día es un día distinto y mi ánimo -mi percepción de la realidad, mi memoria- es como una montaña rusa.
Ángela, la diferencia entre el dolor del alma, como tú lo llamas, y el dolor de huesos es que el primero se nutre directamente de la importancia que le concedemos y el segundo existe al margen de nuestro pensamiento. Peleo torpemente contra cosas que ni conozco bien ni controlo, algo que me perturba mucho.
Gracias, Porto, tú siempre tan generoso conmigo.
Moli, no sabes cuánto agradezco tus tranquilas y sencillas predicciones. De acuerdo: sucederá así. Puedo comprenderlo. Puedo desearlo con todo mi corazón.
Besos para todos y gracias infinitas.
Mucho ánimo, Jesús.
Sería absurdo no utilizar ese pequeño "empujón" para seguir sacando lo mejor de ti.
Todo pasa, hasta lo malo.
Un beso.
El texto es hermosísimo (y eso que lo he leído en un descanso de Variaciones sobre un tema mexicano. Yo también te doy la mano, te doy las gracias y me voy más feliz.
Gracias, Filla, un beso.
Gracias, Enrique, gracias por darme la mano, por darme las gracias y por pasarte por aquí. Un abrazo.
A veces hace falta la ayuda de una pastilla, es así. Y tiene razón tu hermano. Te puedes sentir orgulloso de seguir abriendo el corazón cada día. Por ejemplo. Y no solo por eso.
Un abrazo
Gracias, Elvira. Un beso.
Me refería a que si en el trabajo te hubieses puesto una coraza para no sentir el dolor ajeno, quizás no tendrías nada de ansiedad. Pero qué triste sería!
Gracias, Elvira, comprendí lo que querías decir pero nunca sé qué contestar a ese tipo de comentarios digamos laudatorios. Un beso.
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