El sonido del teléfono me hace caer en la cuenta de las horas que he pasado en silencio. Mi directora del coro estaría contenta porque no hay nada mejor para la voz que el descanso vocal, y yo no he articulado un solo sonido desde que salí del trabajo. La llamada es de mi hija, que me cuenta que va a estudiar la prueba teórica del carnet de conducir en Barcelona con vistas a hacer las prácticas aquí en Barbastro el verano próximo. Me dice que se lo pagará ella con lo que ha ahorrado trabajando algunas noches en la guardarropía de una discoteca. A mí todo me parece bien, claro, Paula es uno de los seres humanos más inteligentes que he conocido jamás. Al colgar pienso durante un instante en lo extraordinario que es traer a este mundo personas mejores que sus progenitores, pero casi inmediatamente comprendo que ése es el secreto de nuestra supervivencia.
miércoles, 12 de febrero de 2014
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2 comentarios:
Curioso pensamiento en el día de Darwin.
Tu hija no es mejor que tú....es diferente, es otra persona y jamás en la vida hubieras creído que fuera a ser así. Para mi es sorprendente que les llamemos "nuestros hijos"...
Un beso fuerte. Y tomate la pastilla.
Es verdad, mi conclusión es totalmente darwiniana, pura teoría de la evolución. Y creo humildemente que en cierto modo es aplicable: unos descendientes menos inteligentes que sus ancestros, en un mundo donde la inteligencia fuese un factor indispensable para la supervivencia, abocaría a su especie a la extinción.
En cualquier caso comprendo lo que dices y me gusta tu manera de expresar esa perplejidad de llamarlos "nuestros hijos". Algo de esa perplejidad pretendía expresar en el post: efectivamente son personas diferentes, individuos vivientes en este planeta, seres humanos al albur del destino y la fortuna -pero recuerdo los pañales, su liviano peso sobre mis hombros, los primeros balbuceos, todas las preguntas, etcétera.
Un beso. (Y sí, me tomaré la pastilla)
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