lunes, 30 de diciembre de 2013

Aleta de estribor

También este año se precipita hacia el ojo de la aguja, pero por primera vez me parece vislumbrar que el cabo de Hornos comienza a hacerse más pequeño por la aleta de estribor.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Nadie dijo que fuera fácil

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa, y después del Chanti salgo a la carretera y regreso a Barbastro con mi hijo de dieciséis años sentado a mi lado. Él ha estado con sus amigos y yo con los míos. La distancia entre ambos es mucho más grande que los centímetros que separan nuestros asientos, es una distancia mil millones de veces repetida a lo largo de generaciones, una distancia en la que se mezclan el amor, la esperanza y el rencor. Nadie dijo que fuera fácil, pero qué duro y difícil es.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Espacio exterior

Niebla cerrada entre Zaragoza y Barbastro. Mis años de residencia en Binéfar me enseñaron a no tenerle miedo y conduzco tranquilamente a través del mundo invisible. Sólo durante unos pocos kilómetros, entre Angüés y Lascellas, se abre un inesperado claro y de pronto aparece el lejano espacio exterior salpicado de algunas pocas estrellas solitarias, brillantes, fugaces.

martes, 10 de diciembre de 2013

Pero ese día no ha llegado aún

Ayer escribí que no podía escribir, que no tenía nada más que añadir. En los comentarios contesté a mi amiga Elvira que cada día sin escribir era como una aguja clavada en mis uñas, y a Penélope (aunque ella lo escribe al revés) le dije que no sabía qué echaba más de menos, si navegar o tejer.  Hace un rato he borrado el texto en cuestión por pura vergüenza.

«No puedo escribir», escribí (porque, para más inri, lo escribí).  ¿Cómo pude atreverme a redactar algo semejante, qué ataque de victimismo y autocompasión barata me hizo bajar la guardia? Porque no hay nada más cierto en este mundo que llegará el día en el que no pueda escribir -ni leer ni follar ni comer ni beber-, pero ese día no ha llegado aún.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Cabo de Hornos

Darme cuenta de que a pesar de la edad continúo viviendo en submarinos, barcos, naves estelares -cada puerta una escotilla, cada ventana un ojo de buey.

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Tu cálido cuerpo duerme aquí a mi lado, a salvo del intenso frío que barre las calles desiertas de esta ciudad que nunca imaginamos, y eso es todo lo que importa.

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Siempre somos los mismos, nada cambia, sólo se precipita.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Patatas

Decididamente a lo que más se parece mi cabeza es a una patata. Me quito las gafas, me aproximo un poco más al espejo del cuarto de baño y lo confirmo: mi cabeza es una gran patata de ojos pequeños, nariz de topo y barba desaliñada. Después me alejo, me pongo las gafas y, ya casi fuera del lavabo, veo en el espejo un hombre extraño, un señor al otro lado de la calle esperando el cambio de color en el semáforo, un vecino que sale del ascensor, un cliente aguardando su turno en la cola del supermercado. Si no fuese por el amor de quienes me quieren desaparecería del mundo sin siquiera darme cuenta, antes incluso de morir.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Mamparas

A partir de cierto momento uno comienza a sentir los dedos de los muertos alrededor de los tobillos bajo las olas gigantescas en la oscuridad de la noche antártica. La fragilidad de las mamparas. La sólida realidad del mundo en este lado.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ningún mástil

Mi mujer duerme en Zaragoza, sola en la gran cama de matrimonio frente al armario que compramos el otro día en Ikea. Mi hija hace lo mismo en Barcelona, no sé si en su pequeña habitación de la calle Provenza o en el dormitorio de Marc, al otro lado de la ciudad. Mi hijo duerme en su cuarto de la residencia de estudiantes a seis kilómetros de Huesca, rodeado de campos de maíz, labrantíos y rotondas de carreteras. Yo escribo. Lo hago por primera vez en mucho tiempo y las palabras brotan despacio, cada una sólida y rotunda, de modo tan distinto a cuando fluían como un arroyo de montaña. Pero ahora lo único que me preocupa es la armonía, la afinación. Cuatro cuerdas sin ningún mástil, sólo el tiempo, sus olas.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Alegría de los hombres

Hace unos días, en pleno ensayo -era muy tarde, estábamos cansados- mis compañeros y yo cantábamos sin demasiada concentración la conocida cantata 147 de Bach, «Jesús, alegría de los hombres», una pieza que hemos interpretado decenas de veces, cuando nuestra directora nos detuvo, nos miró uno a uno con verdadero disgusto y dijo: «¿No os dais cuenta de lo que estáis haciendo? ¿Cómo podéis cantar con semejante monotonía una obra tan maravillosa? ¿No sois conscientes del inmenso privilegio que estáis disfrutando esta noche al poder interpretar una partitura de Bach por muchas veces que lo hayáis hecho antes?», y tenía tanta razón que me sentí avergonzado de mí mismo.

Vivir es tan normal para quienes caminamos por este mundo que a menudo, por no decir siempre, olvidamos lo verdaderamente extraordinario que es en realidad. Mañana amanecerá un nuevo día en este minúsculo planeta perdido en la inmensidad del universo y, presumiblemente, tú y yo estaremos aquí para contemplarlo. ¿No deberíamos celebrarlo mientras todo sea posible? ¿No deberíamos celebrarlo con agradecimiento, con alegría?

sábado, 19 de octubre de 2013

Fantasmas del futuro

El local donde canto con mi coro está en la misma calle de Binéfar donde viví durante muchos años hasta el pasado treinta y uno de agosto. Esta noche después del ensayo, al dirigirme al coche para acudir al Chanti a tomar una copa, he levantado la vista hacia nuestra antigua terraza del salón y he visto a un joven apoyado en la baranda fumando un cigarrillo. Sabía por el propietario de la casa que ésta se había alquilado pocos días después de nuestra partida a cuatro ingenieros contratados por una empresa del pueblo, pero sorprender a aquel hombre fumando pacíficamente en el balcón del que durante tanto tiempo fue mi hogar me ha desconcertado. De algún modo ha sido como contemplar un fantasma del futuro.

jueves, 10 de octubre de 2013

Grillos frente al mar

También aquí, frente al mar, cantan los grillos cuando llega la noche. Ha llovido hace unos minutos y el paseo marítimo brilla como cuero mojado a la luz de las farolas. Hay palmeras y, más allá de algunas conversaciones en las terrazas cubiertas por grandes toldos, puede escucharse el batir de las olas en la arena.

Maite y yo hemos venido a pasar dos días en un hotel frente al mediterráneo, regalo de mis hermanos pequeños por mi último cumpleaños. Serán nuestras únicas vacaciones durante este año de cambios y traslados y los gastos derivados de ellos: tal vez por eso las necesitábamos y las agradecemos tanto.

Ahora mismo escribo en el balcón de nuestra habitación. Una motocicleta circula frente a mi edificio pedorreando a una velocidad ridículamente inferior al volumen de su tubo de escape. La oscuridad se alza como un lienzo allí donde termina la arena, un lienzo donde brillan, lejanos, los múltiples y diminutos y flotantes puntos de luz de lo que yo imagino un gran crucero de lujo. Cantan los grillos. Alguien tose. A medida que el pueblo es inundado por la madrugada las olas se escuchan mejor.

domingo, 6 de octubre de 2013

Octubre

La tarde del domingo flota mansamente corriente abajo. Las grandes hojas de los castaños de indias se secan en las ramas y -ahora una, después otra, luego dos al mismo tiempo- caen al suelo.

Nada es nuevo salvo tú y yo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Desembarco

Poco a poco voy adaptándome a mi nueva vida en este pequeño apartamento. Es un primero, y si tengo las ventanas abiertas escucho las conversaciones de los peatones como si viviese a pie de calle. Muchas de ellas son en idiomas africanos y muchas veces conozco personalmente a sus protagonistas. En la acera crecen algunos árboles raquíticos que los trabajadores municipales plantaron no hace muchos años. La Agencia Comarcal de la Seguridad Social donde trabajo está a un minuto y medio de aquí o, lo que es lo mismo, a noventa segundos. Este hecho es algo rarísimo después de tantos años conduciendo treinta kilómetros de ida y treinta kilómetros de vuelta entre Binéfar y Barbastro, primero a través de la Nacional 240 y después en la nueva y flamante autovía. Echo de menos la luz del amanecer en la carretera, echo de menos la belleza de los cambios de las cinco estaciones en el campo, pero he ganado tiempo de descanso por no hablar del ahorro en combustible y contaminación.

Las crisis de ansiedad han remitido. Como le comentaba esta tarde a una amiga por teléfono, a mí, puto maniático meticuloso y perfeccionista, lo que realmente me angustia es la incertidumbre, por mucho que sepa que no existe otra verdad y lleve toda la vida escribiendo sobre ella. Por eso ahora que las cosas comienzan a asentarse a mi alrededor mi cerebro empieza a relajarse. Mi mente, siempre lo he sabido, necesita armonía, afinación, cierta congruencia.

La noche reina sobre Barbastro. La calle está desierta. No sé qué luna brilla, no tengo dónde asomarme a buscarla en un cielo oculto por los edificios que me rodean. Es un tiempo nuevo. Toda la arena se ofrece a mis huellas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Mamuts y bisontes

Lo que debes recordar es que tus manos y pies, y también tus caderas, tus brazos, tus hombros, son absolutamente idénticos a los de quienes pintaron leones, caballos, mamuts y bisontes en lo más profundo de las cuevas.

Después piensa, si quieres, en una pequeña sonda espacial navegando más allá de las fronteras de nuestro sistema solar, testigo perpetuo de que una vez existimos en este mundo.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Resurrección

Sin sentimiento alguno
el sol resucita el cobre
de los campos de maíz,
la húmeda piel de culebra
que el coche devora
sin sentimiento alguno,
raudo hacia el futuro.

La cuerda fue pulsada
y todavía vibra
mientras el mundo pesa,
existe y gira.

Los campos de maíz,
los bosques, las granjas,
los ríos que no regresan nunca,
tampoco en la oscuridad.

viernes, 30 de agosto de 2013

Esta casa

Esta es la última noche que duermo bajo la claraboya de la buhardilla.  Sé que la recordaré como recordaré la chimenea crepitando algunas tardes de invierno en esta casa.  Sucederá en el futuro, ese planeta que todavía no he explorado.

domingo, 25 de agosto de 2013

Mudanza

Sí, ya sé que hay cosas muy importantes
que reclaman mi atención, y te escucho.
Sí, ya sé que las cajas se amontonan
junto a la puerta, y que mañana
nos habremos ido, ya lo sé, pero

escucha tú ahora,
escucha atentamente, por favor: ¿no oyes
ese rumor suave y perverso
que frota los cristales
en las ventanas? Y, tenue ¿no sientes
ese masaje continuo y perezoso
de las olas aquellas, hace tiempo,
en la playa?

                                    Pero te escucho, cariño.
Sí, ya sé que hay cosas muy importantes
que reclaman mi atención
y perdóname, pero ¿no has oído a ese pájaro?
o, al menos ¿no has oído ahora
algo parecido a un pájaro
en medio de todo esto?

De "El sueño del erizo", 2001.

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(Este poema lo escribí en Zaragoza en 1993, al final de una de nuestras muchas mudanzas, que todavía no han terminado).

martes, 20 de agosto de 2013

La respuesta

En medio del caos, frente a la incertidumbre, cuando el mundo entero es una pregunta pequeña, breve, diminuta, la respuesta siempre es el amor.

lunes, 19 de agosto de 2013

Un mundo mutante

Luna llena sobre un mundo mutante. Un poco más allá, a la derecha, el lejano e intermitente punto de luz de un avión se traslada en el espacio estelar. A mis espaldas agoniza una casa descompuesta en cajas y bolsas y paquetes. Bebo un whisky con hielo en un vaso de Nocilla. Este verano no he combatido las hormigas y sus rebaños de pulgones en las flores de los hibiscos, otros deberán ganar, si pueden, esa batalla: quienes una noche como esta se asomen a esta misma terraza el verano que viene. Escucharán las campanadas eléctricas de la iglesia de San Pedro, acabarán la copa o el cigarrillo y después entrarán en la casa iluminada, limpia, ordenada.

viernes, 9 de agosto de 2013

El faro

Mi hermano gemelo y yo teníamos diez años cuando fuimos informados del nacimiento de nuestra hermana en la casa de mi tía Susana en San Sebastián. Ahora me doy cuenta del aspecto logístico de aquellas vacaciones -y de paso me pregunto dónde estaba nuestro hermano Carlos-, pero en su momento todo nos pareció de lo más normal porque llevábamos años pasando temporadas de verano en San Sebastián y en Irún, donde vivía mi tía Josefina, hermana de Susana y de mi madre.

Sé que mi fascinación por el norte (prados, helechos, mar, lluvia, nubes) proviene de entonces, de aquellos épicos viajes que ascendían remotos puertos de montaña donde pastaban caballos salvajes antes de descender carretera abajo hacia las ciudades industriales junto al mar. En aquel país todo nos parecía distinto, las viviendas tenían madera y moqueta, la leche era más sabrosa y cualquier lugar, hasta los solares abandonados o los montículos junto a la vía del tren, era un vergel de hierba fresca y verde, muy verde.

Nuestra playa o, para ser más precisos, la playa de mis tíos, era la de Fuenterrabía. Hasta allí se trasladaba por la mañana nuestra caravana de coches cargados de sombrillas, neveras portátiles, toallas y cubos de plástico donde mis primas mayores guardaban los cangrejos que atrapaban en las rocas del espigón. Al acercarse la hora de comer se recogían las cosas y los coches remontaban la sinuosa carretera que llevaba hasta el faro, un promontorio de tierra roja, prehistóricos helechos de hojas carnosas, hierba alta y la presencia permanente del mar. He soñado muchas veces con ese lugar.

Mientras los críos jugábamos por aquí y por allá, explorando el mundo, los mayores, entonces bastante más jóvenes de lo que yo lo soy ahora, preparaban la comida. Mi tío Miguel, esposo de mi tía Susana, era el maestro de las paellas y los calderetes. Azuzaban el fuego, bebían, fumaban, hacían bromas, reían. Si pienso en aquellos días la única palabra que inmediatamente brota en mi cerebro es felicidad.

El miércoles pensaba en todas estas cosas durante el entierro de mi tía Susana en el pequeño cementerio de mi pueblo. No hace tanto murió mi tía Milagros, y cuando los primos y demás familiares comentábamos esta triste coincidencia siempre alguien decía, con sentido común, que si nosotros ya vamos cumpliendo cincuenta o cincuenta y tantos es normal que nuestros padres y tíos se acerquen a la última -o penúltima- estación. El fallecimiento de mi tía Milagros fue una tremenda y desgraciada sorpresa pues nadie la esperaba, pero mi tía Susana estaba muy enferma, llevaba enferma muchos años y, como sucede tantas veces, el final fue casi un acto de misericordia.

Sí, es probable que tras bordear el Cabo de Hornos esté adentrándome en un nuevo territorio, un océano donde los recuerdos más lejanos regresan tras años de silencio. Ellos son nuestro tesoro, el regalo que nos hace la vida. Yo nunca olvidaré aquellos veranos en el faro, cuando no existía la enfermedad ni la melancolía, cuando mis padres y tíos eran más jóvenes que yo y todo era luz, mar Cantábrico y cielo azul.

domingo, 4 de agosto de 2013

Violentas y tímidas y breves

El verano avanza a quince centímetros por hora. Debo recordar que ninguno de estos minutos míos, ninguna de estas horas ni estos días míos deberían ser tiempo muerto, aunque tan a menudo lo parezcan.

A veces, al caer la tarde, estallan violentas y tímidas y breves tormentas de gotas de agua tan gruesas que al golpear el suelo se transforman automáticamente en respuestas.

miércoles, 31 de julio de 2013

Rumbo

Mantener el rumbo, no existe otra tarea. Si en un descuido se pierde, recuperarlo sin remordimientos. Mantener el rumbo bajo el sol y también bajo las estrellas de la noche. Mantener el rumbo no por el destino, que ya conozco, sino por la armonía.

sábado, 27 de julio de 2013

Pecado original

Sucedió que Adán y Eva mordieron la manzana prohibida, y tras su acto pecaminoso las nubes del cielo se abrieron y en todo el paraíso se escuchó la voz de Dios diciendo: «¡Habéis traicionado vuestro compromiso, teníais todo lo que los individuos de vuestra raza podían desear pero comisteis el fruto del único árbol que, en mi sagrada arbitrariedad, os ordené evitar! ¡Escuchadme pues: erais inmortales y ahora seréis mortales, vuestras necesidades estaban cubiertas ampliamente por la naturaleza y a partir de hoy deberéis ganar el alimento con el sudor de vuestra frente, pero no será éste el peor castigo que os impondré, oh, no! ¡La peor condena, la que hará que vosotros y vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos se arrepientan eternamente de vuestro pecado original será -sobre todo si viven en el valle del Ebro o en el arco mediterráneo- la nueva estación que acabo de crear: el verano! ¡Ah, insensatos, no sabéis lo que habéis hecho!».

viernes, 26 de julio de 2013

Samaria

He escrito tanto que no sé si lo que voy a contar ya lo conté una vez -o dos, o tres-, pero da igual, el caso es que hace algún tiempo vino a nuestra agencia comarcal un chico de Gambia a quien le habían denegado la renovación de su permiso de trabajo por una deuda contraída con la Seguridad Social. Ascendía a unos doscientos y pico euros, si no recuerdo mal, una cantidad de la que no disponía pues llevaba sin trabajar varios meses. Nos explicó que subsistía gracias a la solidaridad de algunos amigos y, en un momento dado, se puso a llorar. Cuando el joven se levantó de su silla una señora mayor de Barbastro le sustituyó. Tras resolver la consulta que la había traído a nuestra oficina comentó que no había podido evitar ver cómo lloraba el joven negro, algo que le había conmovido. Nos preguntó el motivo de su desesperación y nosotros, preservando los datos más confidenciales, le comentamos muy por encima lo que había pasado. Ella dijo que quería pagar la deuda, que le dijésemos dónde debía ingresar el dinero; también nos pidió con vehemencia que todo aquello quedara en el anonimato más absoluto. Tras unos instantes de desconcierto le dimos un número de cuenta y al final de la mañana la buena señora regresó con un recibo que enviamos por fax a Huesca. La deuda de aquel desconocido había sido saldada y ya podía renovar su permiso de trabajo en España. Obviamente nos pusimos en contacto con él para comunicarle la buena noticia y se presentó en la agencia y nos rogó y suplicó la identidad de su benefactora. Sólo quiero darle las gracias, decía con los ojos húmedos e incrédulos, pero no podíamos incumplir nuestra promesa.

Hoy, conmocionado por la tragedia del terrible accidente ferroviario en Santiago de Compostela, recordé a aquella señora y lo que había hecho. Pensé en ella cuando los medios de comunicación señalaban la generosidad de los vecinos que en los primeros momentos de caos salieron de sus casas dispuestos a ayudar a sus semejantes sin pensárselo dos veces, enfrentándose con valor a situaciones traumáticas, dando consuelo a los heridos con el contacto físico de una mano o una voz amiga mientras esperaban la llegada de las ambulancias.

Como trabajo diariamente con personas, con seres humanos milagrosamente comunes y corrientes, esa información no me sorprendió: yo sé que la gente es buena, lo he comprobado muchas veces, lo cual no me conmueve menos ni disminuye mi pequeña pero palpitante esperanza.

domingo, 21 de julio de 2013

Pronto

A la izquierda la luna llena brilla entre las nubes sobre el edificio de ladrillos rojos iluminado por las farolas. A la derecha relámpagos y truenos rompen la lejanía que se acerca. En el parque bajo mi casa unos jóvenes gritan: «¡Lorenzo, Lorenzo, ¿te has vuelto loco? ¿A dónde cojones te crees que vas?». Una salamanquesa cruza el murete, se detiene en el ángulo de la esquina y desaparece. Pronto lloverá. Pronto me iré.

sábado, 20 de julio de 2013

Ibuprofeno

Sobrevivo como puedo a este limbo de calor insoportable y desorden logístico que llaman verano o, lo que viene a ser lo mismo, el infierno.

Cuando pensaba que nada podía ser peor, esta mañana, al agacharme para abrir la agencia, he sufrido un súbito ataque de lumbago. Ni siquiera me ha sorprendido.

Me gustaría tanto ser optimista.  En serio, no deseo otra cosa, lo juro mientras el ibuprofeno comienza a dejar de hacer efecto. Yo siempre creí en la felicidad.

viernes, 12 de julio de 2013

La última frontera

Las hélices del ventilador se hacen invisibles al girar en su jaula metálica.  Me impulsan hacia adelante y, si cierro los ojos, me elevan sobre este caluroso verano de mudanzas, cajas de cartón abiertas, calor africano, una casa destripada.  Anochece perezosamente en la terraza.  Chillan los vencejos en el cielo del horno. Contemplo el ventilador y me regalo el pensamiento de un hidroavión sobrevolando las gélidas montañas de Alaska, la última frontera.

jueves, 27 de junio de 2013

Círculos

Todavía no navego en mar abierto. A veces, en la bruma del amanecer, escucho el lejano bramido de las olas golpeando violentamente los acantilados.

Últimamente siento que he perdido el rumbo y camino en círculos ascendiendo y descendiendo las mismas dunas de arena.

La noche gira sobre mi casa. No hay mar ni desierto, sólo yo escribiendo en esta pantalla blanca.

lunes, 24 de junio de 2013

Invictus

Se dice que este poema acompañó a Nelson Mandela durante los veintisiete años que estuvo en prisión. No sé si es verdad o forma parte de la leyenda, pero en cualquier caso es un poema que a mí siempre me emociona hasta el tuétano. Ahora mismo Mandela se enfrenta finalmente a la noche definitiva. Más allá de las miserias mundanas de este desenlace rodeado de familiares y periodistas, estoy seguro de que Madiba cruzará el portal erguido y sin miedo, su alma invicta, su destino cumplido.

INVICTUS

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley

Vuelo rasante

Aquel verde esmeralda de los campos de cereal se ha convertido en este dorado amarillo sobre cuyas espigas las golondrinas cazan en vuelo rasante. Pienso en el verano y siento la difusa certeza de que, a partir de ahora, no debería despreciar nada. ¿Cuántos veranos más podré quejarme del calor? ¿Veinte? ¿Treinta con suerte? No me parecen muchos ahora. Oh, cuánto nos admiro, cómo me conmueve mi propia especie, capaz de disfrutar y explorar el mundo sabiéndose al borde del abismo.

viernes, 21 de junio de 2013

Bye, Tony

Me ha afectado mucho la muerte inesperada del actor James Gandolfini, el extraordinario intérprete de Tony Soprano. Me enteré a primera hora de la mañana a través de la radio, mientras preparaba bocadillos y desayunos, y me quedé estupefacto. Fui a decírselo a Maite, le dije: «Se ha muerto James Gandolfini». «¿Quién?», preguntó ella. «Tony Soprano, se ha muerto Tony Soprano de un ataque al corazón», le contesté.

Es curiosa la relación personal que los mitómanos tenemos con nuestros objetos de admiración, el vínculo solitario y ajeno a la lógica que establecemos con ellos.

Yo descubrí «Los Soprano» mucho después de que fuese calificada como una de las mejores series de televisión de la historia, pero cuando lo hice caí rendido a sus capítulos y, sobre todo, caí rendido ante el talento de James Gandolfini. Como los grandes -John Wayne, Spencer Tracy, Richard Widmark, Robert Mitchum- Gandolfini ocupaba y ganaba la escena con su sola presencia, el volumen de su cuerpo, su mirada, su tensión interior, el modo de moverse, su manera de escupir las palabras.

Tony sobrevivió a la bala de tío Junior pero James no ha podido sobrevivir a su corazón. Sólo tenía cincuenta y un años. Si nunca has visto «Los Soprano» ve corriendo a disfrutarla: es una obra de arte que jamás podrás olvidar.

lunes, 17 de junio de 2013

Paquidermo

Primero escucho los truenos, los aparatosos y retumbantes truenos que transforman el aire de este planeta en la tensa piel de un tambor, y después la lluvia que repiquetea en todas las cosas y alivia el bochorno de la jornada. Algunos pájaros sorprendidos vuelan bajo la tormenta y me pregunto cómo sus pequeños cuerpos de plumas y huesos huecos son capaces de soportar el bombardeo sin caer derribados. Apoyo mi sólido cuerpo de paquidermo en el quicio de la puerta de la terraza y contemplo asombrado el milagro de este mundo tan real y verdadero.

viernes, 14 de junio de 2013

Capa de estrellas

El cabo de Hornos va quedando atrás. No volveré a ver tierra en mucho tiempo. La noche vela mi viaje con su capa de estrellas.

sábado, 8 de junio de 2013

Entre dos mundos

Esta madrugada ha llovido con tanta intensidad que el ruido del agua contra el cristal de la claraboya me ha despertado.

Pero no he abierto los ojos, lo que he hecho ha sido permanecer en la misma posición y permitir que ese sonido se infiltrase en mi sueño antes de regresar a él.

miércoles, 5 de junio de 2013

La mujer de Benasque

La mujer de Benasque de ojeras profundas dice: «Me tumbaré en la cama y ya no me levantaré nunca más».

Yo pienso: no me digas eso, por favor, no me digas eso, te lo ruego, te ayudaré todo lo que pueda y más todavía pero no me digas que si fracaso te tumbarás en la cama y ya nunca más te levantarás, no me digas eso, por favor.

lunes, 3 de junio de 2013

El sentido de la vida

El sábado se había convocado una comida familiar en el huerto de mis padres que finalmente resultó ser, para mi hermano gemelo y para mí, un banquete sorpresa en el mejor restaurante de la ribera de Navarra. ¡Me parece increíble que todo el mundo lo supiera menos nosotros, que nadie se fuera de la lengua! «Cincuenta años no se cumplen todos los días», dijo mi madre. El banquete y los regalos, absolutamente inesperados, me conmovieron profundamente (yo conozco el sentido de la vida: el sentido de la vida es ser querido, ser discretamente amado por otros).

Hace unos minutos Paula me ha llamado para decirme que -ella y tres personas más- ya habían encontrado un piso en Barcelona. Este verano se quedará en la ciudad haciendo prácticas en un laboratorio de la Universidad. El entusiasmo y la vitalidad de su voz fluían del teléfono móvil a mi cerebro como una medicina. Yo también ando buscando piso en Barbastro, a donde me mudaré en agosto. A Maite le han dado plaza en un instituto cerca de nuestra casa en Zaragoza y Carlos, si no cambia de opinión en el último momento, quiere estudiar en la escuela de guardas forestales de Jaca, así que el curso que viene es posible que los cuatro miembros de mi familia vivamos en cuatro lugares diferentes.

Ahora escribo que repican las campanas eléctricas de la iglesia de San Pedro y lo hago sabiendo que he escrito lo mismo muchas veces, igual que sucede si escribo que en el pequeño parque bajo nuestra terraza los niños juegan y chillan como si estuvieran siendo masacrados por los soldados de Herodes. Suena también el tubo de escape de una motocicleta que se aleja. El zureo de una pareja de tórtolas turcas que ha venido a beber agua en los vasos de nuestras macetas. El sol brilla entre las camisas tendidas.

martes, 28 de mayo de 2013

Albatros

Hoy cumplo cincuenta años. Lo pronuncio en voz alta: «Hoy cumplo cincuenta años», e intento comprender algo que no sé cómo atrapar. Aquí estoy, como otros estuvieron antes. ¿Tampoco ellos comprendieron? ¿También ellos miraron atrás y sintieron que todo -la memoria, el mundo- se convertía de pronto en algo remoto?

Pero debo prestar atención: he llegado hasta aquí y, mezclados con el aullido del viento, escucho los ladridos de los lobos marinos en sus playas de guijarros negros. Alzo los ojos de mi imaginación adolescente y busco en las cimas fogatas encendidas por los aborígenes. Los albatros vuelan majestuosamente a lomos del temporal. Sí, es cierto, debo prestar atención: el viaje continúa.

domingo, 26 de mayo de 2013

Después del concierto

Después del concierto Richard y yo cargamos las cosas en mi furgoneta y las llevamos al local de ensayo. La música y la adrenalina de la actuación todavía fluyen en nuestro sistema circulatorio, pero pronto dará paso al mórbido cansancio que sólo una cerveza en el Chanti puede mejorar. Nos reunimos con algunos de los compañeros del coro en la terraza de nuestro bar favorito y disfrutamos del final de esta tarde de domingo. Todo está bien, todo es presente, reflujo de la marea. El futuro no existe.

sábado, 25 de mayo de 2013

Respiración

No sé si quiero escribir, pero me pasa lo mismo con la respiración.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Olas gigantescas

Al aproximarme al Cabo de Hornos caigo en la cuenta de que ningún mérito me asiste. Sí, es cierto, sobreviví hasta alcanzar este lugar donde se elevan y descienden gigantescas olas oscuras pero, en realidad, ¿qué hice para merecerlo? Nada, absolutamente nada. Mi supervivencia es tan ciega como la de los animales y las plantas.

domingo, 19 de mayo de 2013

Dosel

Pudiste haber nacido durante la guerra de los cien años, te dices. Pudiste haber venido a este mundo cuando los neandertales comenzaban a extinguirse o en pleno apogeo de la civilización egipcia. Pudiste haber aparecido en este planeta cuando la esperanza de vida de los individuos de tu especie era de cuarenta años. Pudiste haber nacido dos mil kilómetros más al Sur o dos mil kilómetros más al Norte.

A veces sueñas que cabalgas bajo el dosel de un bosque antiguo que impide el paso de los rayos del sol. Los cascos de tu caballo pisan quedamente un suelo de hojas muertas.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Te vi

Sucedió el otro día. Te habías rezagado haciendo fotografías y nos detuvimos en medio del camino para esperarte. El cielo sobre los inmensos y verdes campos de cebada era tan azul que saturaba nuestros sentidos. Mamá y yo te esperábamos en medio del camino cuando comenzaste a correr hacia nosotros y te vi. Te vi recién nacida con la cabeza alargada como la de los aztecas y te vi llorando desesperadamente la primera vez que te dejé en la guardería; te vi haciendo gimnasia rítmica en tu primer colegio en Zaragoza, te vi pinchando las burbujas de los forros de tus libros de clase, te vi mientras te dejaba atrás en una residencia universitaria de Barcelona; el otro día corrías hacia nosotros y te vi.

viernes, 10 de mayo de 2013

Ojos negros

Hace un momento se ha ido la luz en todo el pueblo. Tras el desconcierto inicial he encendido la pantalla del móvil para utilizarlo como linterna. Me he asomado a la calle y todo estaba a oscuras. El único signo de civilización era el sonido estridente de las alarmas de algunos comercios. La luz ha regresado al cabo de pocos minutos y he vuelto a mi mesa. Mientras bebía un sorbo de whisky con hielo he recordado a la mujer de sesenta y tres años que he atendido esta mañana en el trabajo. Un elegante pañuelo cubría las secuelas de la quimioterapia en su cabeza. Sus ojos negros, tan hermosos como cuando tenía dieciocho años, me observaban con una transparencia pura y exhausta.

jueves, 9 de mayo de 2013

La belleza del mundo

El misterio es verdad y la verdad es un misterio, no existe otra belleza en el mundo.

martes, 7 de mayo de 2013

Distante

El agua del canal fluye en su cauce de hormigón a través de los campos de cebada. Los pájaros que cantaban sin cesar a la luz del día duermen ahora en las ramas de los árboles que crecen en las lindes y junto a los caminos. Binéfar es una distante y minúscula agrupación de luz en la noche oscura. Puedo verla desde aquí.

jueves, 2 de mayo de 2013

Recaída

Ha sucedido en el trabajo alrededor de las diez y media de la mañana, y lo ha hecho sin aviso, a traición. Palpitaciones, la tensión arterial por las nubes, el vértigo, esa sensación tan real de muerte inminente... viejos enemigos que había dado por vencidos. He salido al jardín y he intentado relajarme, respirar despacio entre los castaños de indias, aunque finalmente he decidido tomar media pastilla de Lorazepán y me he calmado lo suficiente para seguir atendiendo a la gente y lograr terminar la jornada laboral.

Hacía tres meses que no tomaba nada, tres meses que me habían hecho creer que había superado definitivamente mis crisis de ansiedad, por eso el golpe de hoy ha sido bajo y violento. Ahora estoy cansadísimo, reventado física y mentalmente. Lo peor de la ansiedad es esta ausencia de control, este miedo que convierte a uno en un pelele. Pero lucharé, lucharé sin tregua.

domingo, 28 de abril de 2013

Dieciséis años

Todavía dormía cuando ha sonado el teléfono a las nueve de la mañana. Era mi hijo de dieciséis años llamándome para que fuese a buscarlo a Binaced, un pueblo en fiestas a pocos kilómetros de aquí donde ha pasado la noche. Llovía mansamente sobre el cristal de la claraboya. Me he vestido de cualquier manera y todavía somnoliento, sin lavarme los dientes ni peinarme, he bajado al garaje y he salido a la carretera. El cielo gris resaltaba el rojo de las amapolas y el verde vibrante de los campos de cebada. Carlos me esperaba en un portal de las afueras cubierto con la capucha de la sudadera, los pantalones muy caídos. El pueblo parecía desierto. He girado en la misma calle y hemos regresado a Binéfar. "¿Qué tal ha ido la noche?", le he preguntado. "Bien, bueno, normal", me ha contestado. El campo estaba más bonito que nunca.

Poco a poco

El fin del mundo no sobrevino de repente, sucedió poco a poco, a lo largo de miles y miles de generaciones.  Como la vida, había comenzado a suceder desde el principio.

martes, 23 de abril de 2013

La espera del dragón

Cuando duermo siempre tengo la misma pesadilla: una luz cegadora en el cielo diurno y después una lluvia de hojas, insectos muertos, copos de ceniza, silencio de invierno.

viernes, 19 de abril de 2013

Lejanas colonias

A veces me ensimismo al timón. No puedo evitarlo, forma parte de mi naturaleza. En cierta ocasión me encontré abriendo el frigorífico llevando en la mano un par de zapatillas que quería guardar en un armario. Podría contar mil situaciones como esa. Luego están, claro, las nubes. Por la noche millones de estrellas como si en vez de un barco pilotase una nave espacial rumbo a lejanas colonias humanas en otros planetas.

miércoles, 17 de abril de 2013

Viaje

Mi nave no rompe las olas,
atraviesa el tiempo.

lunes, 15 de abril de 2013

Las dos estaciones

Donde yo vivo no hay cinco estaciones, en este territorio a medio camino entre las montañas todavía nevadas de Los Pirineos y el desierto de Los Monegros sólo hay dos: invierno y verano.

A las tres de la tarde el termómetro del coche señalaba treinta grados, el aire acondicionado soplando a toda potencia. El calor ha regresado y con él quedan atrás las cálidas chaquetas viejas de lana y las infusiones calientes, atrás quedan las noches de lluvia acunado por su golpeteo en la claraboya, los pantalones gruesos, las botas, el campo cubierto de hielo, el gozo agradecido -no el sufrimiento- de ser un mamífero de cuerpo caliente.

Mientras instalaba el reloj del riego automático he descubierto que las hormigas habían regresado al campo de batalla de la terraza, iban de aquí para allá con absoluta desenvoltura, diminutas e irónicas, sabedoras de qué gigante volverá a ser derrotado.

jueves, 11 de abril de 2013

Una bondad verdadera

Un hombre de Barbastro, un trabajador normal y corriente llamado Julio, ha cobijado en su casa durante muchos meses a un amigo enfermo de cáncer, un antiguo compañero de trabajo que había agotado el paro, soltero y sin familia en España. Cómo dejarlo en la calle, le contó a su vecina, cómo negar la hospitalidad a alguien que lo había perdido todo. Él y su mujer le dieron a Abdeslam cama, comida, compañía, le llevaron a quimioterapia, le cuidaron, se ocuparon de él sin esperar ni recibir nada a cambio. Y no lo pregonaron, en absoluto, yo me enteré de casualidad porque aquella vecina es precisamente una de mis compañeras de trabajo.

En este tiempo de derrumbe y expolio, en esta época de desmantelamiento y destrucción de lo mejor que la política llegó a construir tras la segunda guerra mundial; en este periodo de cinismo, desprecio y violencia de las élites políticas y económicas hacia los ciudadanos normales y corrientes, historias como la de Julio y Palmira y Abdeslam me reconcilian con mi especie y mantienen a raya las negras sombras que a veces asoman al final de mi esperanza.

domingo, 7 de abril de 2013

Todo el misterio

La casa de mi tía Milagros estaba junto a la Bajadilla de Campos, un camino donde el pueblo terminaba dando paso a la naturaleza. En ese camino mi hermano Javier se rompió la muñeca bajando en bicicleta hacia atrás. En ese camino, a la izquierda, había una pequeña era en la que reinaba un nogal antiguo y nobiliario; más abajo comenzaban los campos de espárragos, los melonares, las viñas, las áridas y pequeñas colinas vírgenes, los zarzales de moras, los sotos umbrosos allí donde corría el agua de arroyos y acequias. Aquel era nuestro territorio, el territorio de Jesusmari, Javier y nuestro primo Tomasín.  Juntos, verano tras verano, exploramos todas las edades del hombre, desde el Paleolítico hasta la Edad del Hierro pasando por el Neolítico sin saltarnos el descubrimiento del fuego, la construcción de cabañas y la recolección de frutos. Mi primo Tomasín era una mezcla de Mowgli y Tarzán, un verdadero hijo del bosque que nos guiaba a través de senderos secretos y sobre las copas de los árboles.

Esta pasada madrugada se ha muerto mi tía Milagros. Sucedió de improviso, mientras dormía junto a su marido, mi tío Tomás.  Cuando mi hermano Javier me lo ha comunicado por teléfono todos los recuerdos han despertado en mi memoria: la Bajadilla de Campos, que ahora es una calle asfaltada que da acceso a un barrio residencial de chalés y casas adosadas; la puerta del corral de nuestro primo Tomasín, siempre abierta para ir a buscarle; mi tía alegre, afectuosa, única e irrepetible en el mundo.

Todos somos olas de paso. Acariciamos la orilla y nos retiramos permitiendo que quienes llegan detrás puedan hacer lo mismo.  Ese es todo el misterio.

viernes, 5 de abril de 2013

Paraguas plegados

Hoy soy el primero en llegar al trabajo. Enciendo las luces y levanto las persianas de los ventanales. La luz es pálida y gris, tal vez llueva de nuevo. Un operario del Ayuntamiento de Barbastro desmonta un banco de la acera. Suenan las campanas de una iglesia. En el Centro de Salud, el edificio vecino, ya hay cola frente al consultorio donde hacen análisis de sangre. Los brotes de los castaños de indias parecen pequeños paraguas plegados. Asistir a la puesta en marcha de un nuevo día, contemplar cómo se reinicia el mundo: qué privilegio.

martes, 2 de abril de 2013

Por ejemplo

En la reunión familiar del otro día, por ejemplo. Llovía y mi padre, echando mano de un andamio, unos tablones y una lona, pergeñó un refugio para la barbacoa. Las costillas y chuletas de ternasco, acompañadas de salchichas, panceta y chistorra, chisporroteaban sobre las brasas de sarmiento. Bebíamos vino y cerveza bajo los paraguas. Ese tipo de felicidad.

sábado, 30 de marzo de 2013

El mismo azul

El viento que ha volcado las sillas agita violentamente los delgados troncos de los hibiscos de la terraza. Si reinara la oscuridad hablaría de tormentas y miedos, pero el sol brilla en un cielo del mismo azul que el que utilizan los niños pequeños en sus dibujos.