En una de las dos sillas que hay al otro lado de mi mesa una mujer lloraba por su hijo muerto en un accidente de tractor a los veintidós años de edad; en esa misma silla, un rato después, otra mujer daba de mamar discretamente a su bebé de cinco días mientras yo le tramitaba la prestación de maternidad. No hay mañana en la que no sienta el privilegio y el honor.
viernes, 10 de enero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
La mismísima vida.
Así es: la mismísima muerte y la mismísima vida.
Qué bien dices las cosas: contemplar la vida misma es una carga dura que nos da un espíritu leve.
Admiro el respeto que tienes por tu trabajo, la sensibilidad que demuestras para con tus "clientes".
Un saludo. Nati
Firmo el comentario de Nati. Beso
Tan leve, Nán.
Nati, Elvira, un beso.
Publicar un comentario