Había olvidado esta premura de Cenicienta: el día termina y antes de que desaparezca para siempre necesito escribir algo pertinente, algo significativo siquiera para ti y para mí. Que mi hija ha venido hoy de Zaragoza, por ejemplo, y ahora mismo estudia sentada al otro lado de la mesa del salón, su cabeza inclinada sobre los libros, tan seria y concentrada.
Mañana, en este baile de peonzas que es mi pequeña familia en los últimos tiempos, la llevaré a su piso de la calle Provenza en Barcelona y después seguiré viaje hasta Blanes para comer con un amigo al que no veo desde hace demasiado tiempo. Tengo ganas de pasear a la orilla del mar. Ah, el mar.
viernes, 3 de enero de 2014
Cenicienta
Publicado por Jesús Miramón a las 23:56
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4 comentarios:
Bien. Me gusta esta nueva rutina tuya.
Ayer pasé por Basbastro y le hablé a Molimadre de ti.
Un beso
Un beso, Moli.
Yo también tengo ganas de pasear a la orilla del mar. Hace varios años que no lo hago.
Para quienes nacimos tierra adentro el mar siempre es una maravilla misteriosa. Yo hoy, sólo con su cercanía y su olor, lo he disfrutado mucho.
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