Por la mañana el mar estaba tranquilo, casi sólido como el mercurio bajo un cielo gris que anunciaba lluvia. Después de comer en un restaurante junto a la playa mi amigo y yo hemos caminado despacio por el largo paseo marítimo. Hacía un año y medio que no estábamos juntos pero ha sido como si nos hubiésemos visto ayer. Cuando nos hemos despedido llovía a cántaros, igual que los primeros ochenta kilómetros hasta dejar Barcelona atrás. Que el amor es verdad lo confirma, entre otras cosas, la existencia de la amistad.
sábado, 4 de enero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Y el mar también ayuda, y la lluvia.
Anonima Nati
Amén.
A mí me cuesta ordenar preferencialmente amor y amistad.
Anónima Nati, tienes un nombre muy querido para mí.
¡Afortunadamente no debemos ordenar ni amores ni amistad! Menos mal...
Un abrazo, Nán.
Publicar un comentario