Vivir en un lugar es muy distinto a trabajar en él, esto es algo que constato cada día. Durante muchos años conducía desde Binéfar hasta aquí, atendía personas al otro lado de mi mesa y al terminar volvía a salir a la carretera de regreso a casa. No conocía el silencio nocturno de las calles de Barbastro, no conocía el ajetreo comercial de los sábados ni tampoco las campanadas de su catedral gótica anunciando la misa mayor del domingo durante nuestros paseos por las callejuelas del Entremuro. Conocía, eso sí, a mucha gente que me saluda cada dos por tres en el supermercado o cuando camino por la calle, lo cual no me molesta en absoluto, claro, ni siquiera si en alguna ocasión me paran para hacerme alguna consulta, es agradable echar una mano si se tiene la oportunidad de hacerlo.
A veces, como me sucedía en Binéfar, siento cierto vértigo ante la pregunta de siempre: ¿cómo demonios he acabado viviendo en esta ciudad? De acuerdo, sé racionalmente que tal cosa es el fruto de mis decisiones, desde luego, pero, al mismo tiempo, no sé, tengo la sensación clara, intensa, de haber sido arrastrado de algún modo por el azar, por la corriente de las edades, los años, los días, las noches como ésta.
lunes, 27 de enero de 2014
Los años, los días
Publicado por Jesús Miramón a las 23:42
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2 comentarios:
El azar determina mucho. La vida consiste en parte de eso y por otra parte consiste de (en?) elegir. Claro, se puede elegir rumbos distintos. En mi familia muchos han elegido el camino de la emigración. Una vez llegado en el país de emigración o de elección, empiezan de nuevo el azar y la elección. Cuántas opciones tenemos?
Creo que tenemos menos opciones de las que imaginaríamos. Tomamos la decisión de vivir en un lugar, pero no la de conocer a las personas que conoceremos y, tal vez, cambiarán nuestra vida para siempre. Tomamos la decisión de quedarnos un poco más en la cama una mañana, no la de que eso nos salve de un accidente de tráfico. Nuestras opciones son pocas y rudimentarias, casi todo -tengo la sensación- es caos y azar.
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