Los martes abrimos al público hasta las siete de la tarde. Cuando salgo de la agencia comarcal ya es de noche. Compro tomates de colgar en una frutería y vengo a este apartamento que todavía siento tan nuevo y tan insólito. Junto al portal hay una empresa de paquetería y diseño gráfico donde trabajan una chica y un chico. Cada día los veo varias veces a través del escaparate, cada día ellos me ven a mí, nos miramos y nada más. Siento que se acerca el momento en el que les saludaré desde el otro lado del cristal, ¿qué otra cosa puede hacer un ser humano cuando se cruza con alguien a diario? Me lo pide el cuerpo y me lo impide mi pequeño cerebro corrugado, ese pequeño monstruo de zumbido permanente contra el que luchan los rítmicos latidos de mi corazón.
martes, 7 de enero de 2014
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3 comentarios:
Ya veo que vuelves a la carga y me alegro!!!
Como decía mi padre, la cabra siempre tira al monte...
Feliz Año, Jesús.
No sabes qué razón tienes, Paco. Un abrazo.
Saludar, es lo que debemos de hacer. Mi situación es parecida a la tuya, en el sentido de que me encuentro a la misma gente a las mismas horas, y ahora saludo al peluquero, a un señor que tiene una tienda de recambios para fontanería, a otro que tiene un taller, y a los del bar, por supuesto. Estoy seguro de que tú, con tu carácter, harás, dentro de bien poco, lo mismo. Los extraños se convierten en conocidos, y las miradas comienzan a hablar solas.
Un abrazo
A ver si nos vemos, ¿no?
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